Trump ha convertido la guerra contra el tráfico en una guerra contra los inmigrantes
Por Melissa Gira Grant
Debbie Nathan
No es la primera vez que la administración federal usa la palabra Traficantes (de humanos). Desde el primer momento en que bajó su escalera eléctrica en la Torre Trump de la 5ta Avenida en Manhattan para anunciar su candidatura a la presidencia, Trump ha estado recabando apoyo para impulsar una ofensiva contra los inmigrantes. No sólo ha acusado a los mexicanos de ser violadores, sino que ha afirmado que los inmigrantes de América Central son niños “traficantes”.
Por lo general, cuando el presidente usa el término “trata de personas”, aunque a menudo parece que habla sólo de una forma de trata sexual, como lo hizo en comentarios en noviembre (de 2018), lo hace para promover una agenda antinmigrante al pintar un cuadro de delincuentes viciosos. Y millones de estadunidenses le creen.
La retórica de la trata de personas transforma a los migrantes, que a menudo huyen por sus vidas, en personas a las que los estadunidenses no deben proteger ni preocuparse por ellas. Los solicitantes de asilo, según Trump -sin ningún fundamento como hizo en noviembre-, son entrenados por contrabandistas y traficantes “profesionales”. Porque es más fácil justificar la represión contra los traficantes peligrosos que contra las personas hambrientas y en apuros que realmente son estos inmigrantes; o sobre los traficantes que ayudan a los inmigrantes a llegar a donde quieren ir. Si queremos entender cómo se ha convertido el lenguaje de la trata en el centro de la política antinmigrante en 2018, debe entenderse la extraña historia bipartidista del término.
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