Sabores y aromas de los platillos tradicionales traspasan fronteras
Pese a la distancia, el sabor y aroma de los platillos de sus tierras natales tienen la magia de llevar a los inmigrantes a convivir con sus seres queridos. También se convierte en una forma de compartir con sus hijos el rico legado de sus ancestros. Valeria Fernández, en plática con otras dos inmigrantes como ella, nos comparte desde Phoenix, Arizona, esta historia de nostalgias y del poder de las tradiciones.
Valeria:
“Muy bien…”
Sol:
“Chocolate, chocolate, chocolate, bate bate…”
Este es Sol, mi niño de 4 años. Y le estoy enseñando una receta que me trae memorias de mi infancia.
Valeria:
“Esta es la abuela Chela, mi abuela”
Sol:
“¿Abuela Chela?”
Valeria:
“Si, la abuela Chela me enseñó a hacer la torta sorpresa, y es una torta muy especial que tiene una sorpresa. En México le dicen pastel, pero en Uruguay le dicen torta”
La temporada de las fiestas navideñas y Año Nuevo casi siempre ha sido triste para mí. Llevo 20 años en Estados Unidos y siempre añoro celebrar con mi familia uruguaya… de la forma que lo hacíamos nosotros. Las recetas a puño y letra que me dio mi abuelita, que hoy ya no está, son un tesoro. Y sé que no estoy sola en mis nostalgias… nos pasa a todos los migrantes en estas fechas.
Esa es mi amiga mexicana Griselda Hernández, prepara atole de chocolate con piloncito. Y no es cualquier receta…
Griselda:
“Mi mamá, le enseño a mi hermana y mi hermana me enseñó a mí. Aquí fue donde empecé a hacer champurrado”
Griselda se persigna al preparar el atole porque su mamá, Mamá Meche, le enseñó que de esa forma es como si la virgen de Guadalupe por sí misma preparará la comida.
Griselda:
“En casa cuando mi mamá iba a hacer el atole, le robábamos el Chocolate Abuelita… jajajaja…”
Las memorias también son agridulces.
Griselda:
“Había navidades, te soy honesta, que no había comida en la mesa, porque a veces no teníamos, como en una ocasión. Allá en México, en lugar de Santa Claus son los Reyes Magos. El Día de Reyes, no nos trajeron nada, a nadie de mis hermanos, ni una muñeca; porque no había dinero. Da la casualidad que había un grupo de monjitas que fueron a tocar a mi casa y nos dieron ropa, juguetes dulces… Y nosotros éramos felices… porque antes no teníamos las oportunidades que tienen los niños de hoy…”
Aunque ni Griselda ni su familia pueden viajar para reunirse, en una tacita de champurrado los siente más cerca.
La comida puede trascender las fronteras. Abril Gallardo, una joven mexicana nos comparte eso durante una posada hidalguense.
Abril:
“Hace tres meses a mi tía le aprobaron su visa y pudo venir a visitar a mi mama”
Hacía más de 20 años que su mamá Sandra Felicidad Cervero y su hermana Rosaura no se reunían.
Abril:
“Fue como una explosión. No sólo de emociones, pero de sabores. Hemos cocinado tanto, todo lo que nos podíamos imaginar. Quesadillas de calabaza, ensalada de betabel, apenas hacíamos pastes…”
Pastes son unas empanadas que se hacen en el estado de Hidalgo, heredadas de la influencia irlandesa. Así, cada comida desafía el olvido y se va transformando con las nuevas generaciones.
Gracias a mis hijos… la nostalgia de las fiestas de fin de año poco a poco se va disipando. Con ellos inventamos nuevas memorias y tradiciones. Y es cómo borrar fronteras y distancias.
Para la Edición Semanaria de Noticiero Latino, desde Phoenix, Valeria Fernández.
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