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Residentes fronterizos cuentan historias de separación y resistencia

Por Radio Bilingue
Publicado 13 diciembre, 2019

Sandra López y su esposo Rodolfo en espera de la residencia legal de ella para poder vivir juntos.


Sandra creció en la fronteriza ciudad de El Paso sintiéndose estadunidense hasta que un día, al prepararse para su graduación de la escuela preparatoria, se enteró que no tenía ‘papeles’. Abatida, pasó a vivir al lado mexicano de la frontera, a Ciudad Juárez, a un país que no conocía. Un día Sandra conoció por Internet a Rodolfo, ciudadano de Estados Unidos. Se frecuentaron y aunque pronto se casaron en el puente internacional, no pudieron cruzar la frontera para vivir juntos. En esta conversación íntima Sandra y Rodolfo cuentan al aire esta historia de puentes y muros.

Se escucha música…

Rodolfo: ¿Cuándo te enteraste que eras ‘ilegal’?                                                                                Sandra: Me di cuenta ya cuando me iba graduar de high school. Ahí fue donde ya me dio el golpe. Me habló mi counselor para decirme, ‘oye, tenemos scholarships que te quieren dar’. Ah, qué padre, dije yo…, que chido. Pero dice, ‘¿tienes seguro social?’, y yo así como que me quede…, ¿y eso qué es? Y ahí fue donde ya dije, ¡oops! Yo quería seguir estudiando, yo quería estudiar para ser juez.                                                                                                           Rodolfo: ¿Cómo fueron tus primeras semanas, meses viviendo en Juárez?
Sandra: Fue horrible, por la cuestión de que vine a un país que no conocía. Sin nadie que te diera apoyo, sin conocer.. y ahora, ¿qué hago? Dónde voy a ir para buscar trabajo? Y pues le doy gracias a Dios que Sanborn’s fue el que me dio la oportunidad. Pero sí me dijo la gerente, ‘es que las cantidades que tú ganabas en Estados Unidos, nade que ver aquí’. La primera vez que agarré mi cheque, hasta se me hicieron roll my tears, así… esto yo lo ganaba en un solo pastel. Y toda una semana trabajando duro, fuerte. Y agarrar 55 dólares a la semana…
Sandra: Platícame de la primera vez que nos conocimos.
Rodolfo: Me trajo tu mamá al puente. Compré una flores y me traje una guitarra. Y crucé.
Sandra: ¿Y cómo te decía mi mama?
Rodolfo: Oh, Antonio Banderas. Porque llegué con la guitarra y las flores.
Sandra: Yo te hice tus chiles rellenos con arroz y frijole,s y ya estaba muy padre yo cocinando todo para quedar bien chida y boom, ¡que se me acaba el gas! Y digo: ¿y ahora? No pues luego, luego le hablé, porque por ahí donde vivía pues tengo una tía que ahí vive y le hablé. Tía pues sabe que así y así. No m’ija, vengase para acá, y acá hacemos los chiles rellenos para que tenga todo listo. Pues ya voy con la tía, con sartenes y todo caminando en la calle para ir a hacer los chiles rellenos. Y le preparé una cena romántica.
Sandra: ¿Cuándo se dio cuenta que se enamoró de mí?
Rodolfo: No pues cuando, pues me acuerdo que hablaba con usted y luego no se me sentía triste llegar a El Paso y no poder ir a visitarla. Me llamaba la atención cómo que me hacía ya falta.
Rodolfo: ¿Y dónde nos casamos?
Sandra: Pues en el puente.
Rodolfo: En el puente Santa Fe.
Sandra: Fue una experiencia totalmente unforgettable. Todos me miraban como bicho raro. Así como que, ‘hay mira hay va una novia’. Pues ya era bien nervioso ir caminando ahí por toda la calle y luego subir al puente y luego pagar la caseta. Y cuando ya voy llegando, o sea, se me hacía eterno llegar, así donde estaba al medio del puente. Ya cuando me estrechó su mano ya me quedé tranquila. Ya, I’m safe.
Rodolfo: ¿Qué fue lo más difícil de nuestra relación?
Sandra: Pues la separación. La separación de que usted esté allá y yo estoy acá.
Rodolfo: ¿Todavía hasta ahorita, no?
Sandra: Hasta ahorita, eso ha sido siempre lo más triste de nuestra relación. No poder estar con usted todas las noches.
Rodolfo: ¿Y qué planes tiene para el futuro?
Sandra: Yo quiero poder arreglar mi estatus migratorio, poder ir para allá para estar con usted. Claro, queremos vivir como familia, como toda familia normal vive en cualquiere parte que están juntos.

Se oye música…

Ana Belén Sánchez y su amiga Claudia Rivas, de suéter rosado, ex empleadas de NAMS.

Ana Belén: Mi nombre es Ana Belén Sánchez, tengo 29 años.
Claudia: Yo soy Claudia Rivas, tengo 42 años.
Ana Belén: Cuál fue su último trabajo?
Claudia: Mi último trabajo pues fue en la empresa NAMS. Yo ahí entré el 29 de Abril del 2010. Ahí, pues hacíamos cartas o correspondencias para Estados Unidos, o promociones para las tiendas.
Ana Belén: Trabajábamos para los clientes Chase, Gerber, que son muy conocidos, American Express.
Claudia: A mí lo que más me gustaba era la convivencia. Todos teníamos muchísimos años y ya todos nos conocíamos. Ya sabíamos cuántos hijos teníamos, el día que descansábamos, lo que hacíamos, no lo platicábamos. Cuando pasó esto de la empresa que se fue, esto fue lo que más nos pudo, que todos nos íbamos a separar.
Nosotros veíamos que se llevaban maquinaria, la mejor maquinaria que había en todas las áreas, en todo el proceso. El gerente de recursos humanos, él nos dijo que no hiciéramos escándalo ni alboroto, que no pasaba nada.
Ana Belén: El día jueves publican verdad de que se les va dar el viernes 8 y lunes 11 de marzo en agradecimiento a todo su trabajo. Entonces pues toda la gente nos fuimos bien felices verdad a la casa.
Claudia: Íbamos hacer un convivio cuando nos empezaron a llegar los mensajes de que vengan al empresa están sacando maquinaria. Y nosotros como estábamos cercas de ahí luego, luego fuimos y ya había varios compañeros ahí. De echo, si estaban sacando unos trailers, unas cajas.
Ana Belén: Entonces en eso una de mis compañeras se acerca, Belén, me acaba de hablar el coordinador de los camiones y me está diciendo que mañana no van a pasar los camiones. Y le marco ahí cuando yo estaba con ella y le dice el muchacho, no m’ija su maquila ya valió, ya se fueron. Y todo ahí afuera y esperando que nos abrieran y nos dice el guardia, no hay instrucciones de no dejarlos pasar.
Claudia: Esa semana fue de terror. Porque no hubo nada, absolutamente nada de trabajo.
Ana Belén: Prácticamente sí nos quedamos truncos en todo.
Claudia: En todo. Muchas personas que por decir tenían préstamos o muchas que teníamos pensados hacer la fiesta de quince años a la hija, pues ya nada de eso se pudo hacer.
Ana Belén: De hecho, incluso había parejas que trabajaban ahí, ó sea que era, los dos ingresos.
Claudia: El esposo y la esposa ahí.
Ana Belén: Y se quedaron sin nada.
Claudia: Si ellos vieran ahorita lo que estamos pasando todos, de que muchos no encontramos empleo. Y llegas y le dices a la que está contratando, no, pues es que vengo a contratación. Ah sí, cuál fue tu último empleo? No, pues trabajaba en NAMS. No, tú no, porque ustedes tienen demanda laboral y no los de NAMS, nos los queremos aquí. Como si nosotros hubiéramos tenido la culpa. Fue la empresa la que se fue y nos dejó sin trabajo a nosotros. La deuda que tienen con nosotros asciende a mucho.
Ana Belén: La liquidación es muy grande. 80 millones de pesos es mucho. Entonces es algo que toda estamos en espera. Y ya mucha gente ya está muy desesperada.

Fueron las trabajadoras Ana Belén y Claudia Rivas, despedidas de la empresa maquiladora NAMS, de Ciudad Juárez, Chihuahua, México.

Música…

Adriana, juarense mixteca, junto a su amiga Rosalinda, una migrante rarámuri que busca abrirse paso en Cd. Juárez.

La fronteriza Ciudad Juárez es destino de miles de migrantes de todo México, inclusive indígenas desplazados de sus tierras. Allí llegan indígenas rarámuri de la vecina Sierra Madre, lo mismo que mixtecos de las tierras altas de Oaxaca. En esta franca conversación de hermana indígena a hermana indígena, la gobernadora local de los rarámuri, Rosalinda Guadalajara y la migrante mixteca, Adriana García hablan de la cruda realidad con la que se encuentran al llegar desde sus pueblos al mundo de la ciudad y del México mestizo.

Adriana: ¿Sabes por qué los rarámuri son famosos en todo el mundo?
Rosalinda: Los rarámuri caminamos mucho para sobrevivir, alimentarnos, dar a su comunidad. Si recuerdo bien, Lorena, una corredora mundial, dijo: “Corro por el hambre, corro por el hambre porque esa es la única forma en que puedo ayudar a las personas, si gano la carrera”.
Adriana: Dinos, ¿cómo llegaste a Ciudad Juárez?
Rosalinda: Tenía unos siete años más o menos. Mis padres fueron los primeros en llegar. Luego enviaron por mí. Vinieron por la necesidad, por tener, por buscar trabajo. Y a partir de ahí, cuando me trajeron, no me sentí tan cómodo. Para mí, era otro mundo.
Adriana: ¿Y cómo lo experimentaste aquí, cómo te trató la gente?
Rosalinda: La primera vez que llegué aquí a la ciudad, no sabía cuáles eran mis derechos, si podía ingresar a grandes tiendas o no. O incluso para subir al autobús, sentía como si no tuvieras ese derecho de subir a ese autobús. Debido a que no sabía cómo leer si el autobús era el que tenía que tomar, tendría que parar un autobús para preguntarle al conductor, que a menudo se detenía y le decía. Pero muchas veces no se detenían. Y tendríamos que durar horas y horas allí, esperando hasta que pasara otro autobús.
Adriana: Algo te sucedió una vez en el bar de Kentucky, salió mucho en las noticias, ¿podrías contarnos sobre eso?
Rosalinda: Bueno, era la primera vez que iba a ese lugar para pasar el rato con amigos que me habían invitado. Siempre vi que era más para turistas. Cuando llegamos, el guardia que estaba allí nos dice que no había más espacio, que el lugar ya estaba reservado. Mis amigos comenzaron a decir: “Pero el lugar está vacío”. Luego comienza a decir que fue por mí, que fue porque había traído sandals, que no podía pasar porque si se caía una botella podría haber un accidente. Fue entonces cuando nos dijeron que no, “siempre que vengas con ella no entres”, y si iban a entrar, ella tenía que cambiarse primero. Y allí le dije al niño: ‘Te dije que no nos iban a dejar entrar. Bienvenido al mundo de los Rarámuri, esto es lo que enfrentamos todos los días’.
Adriana: ¿Qué opinas de lo que sucedió en ese momento?
Rosalinda: Hemos experimentado mucha discriminación. Desde que era pequeña y vivía en las calles, veían a alguien indígena y te llamaban ‘indios’, ‘patarajada’, o se burlaban de cómo hablabas o se reían de ti. Bueno, muchas veces lo que vivimos, lo normalizamos, y es por eso que la gente sigue haciéndolo, porque piensan que al final “no pasa nada, no saben a dónde ir, son muy resistentes, pueden tomar lo que nosotros les digamos”
Adriana: Pero en realidad en Ciudad Juárez hay muchas comunidades, no sólo los rarámuri, los mixtecas. Hay zapotecas, otomíes, chinantecos, mazahuas, huicholes, purépecha. En algún momento, las comunidades que son migrantes se sienten menos, porque vas a hacer lo que sea y te dicen: ‘No, no eres de Chihuahua, no perteneces aquí, regresa a tu ciudad. No te vamos a ayudar aquí. ‘
Rosalinda: Como comunidades indígenas, creo que la única forma de resolverlo sería uniéndonos. Muchas veces dirás, “porque no lo vivo, no voy a trabajar, o mucho menos, doy mi opinión”. Y aunque no lo hayas vivido, siempre puede haber un día en que te pueda pasar a ti■

Música…

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