Recuerdan con festival al virtuoso maestro del canto latinoamericano, Rafael Manríquez
Lo primero que conocí de Rafael Manríquez fue su cristalina voz y así nomás tenía que ser. Yo venía atrasado desde el aeropuerto y pisaba California por primera vez. Nunca lo olvidaré. La voz del cantante se rebalsaba hacia la calle. Cuando abrí la puerta del local, una iglesia en la ciudad de Oakland, lo vi a la distancia sobre un escenario con su guitarra entre sus brazos.
Yo estaba exiliado en Nueva York y el Rafa me había mandado a llamar sin siquiera conocerme. Su proyecto, formar el Grupo Raíz, una agrupación de música latinoamericana de denuncia y solidaridad.
Al principio no éramos amigos, sino compañeros –si es que hay alguna diferencia entre esas dos palabras. Terminaba la década de los setentas y estábamos en el fragor de una tarea apremiante: ayudar al pueblo chileno a derrocar a la dictadura militar que nos había sumido en el horror. Estábamos dolidos, derrotados pero muy creativos. Para nosotros la música siempre fue mucho más que una entretención, era un oficio solidario, un acto de denuncia y éramos serios al respecto. Quizás demasiados serios. Desde entonces mis andares con el gran músico fueron diversos y constantes. ¡Así nomás tenía que ser!
En la refriega contra el olvido, Marci Manríquez, su hija mayor, tiene muchos planes:
“Estamos organizando el Festival de Rafael Manríquez este año para celebrar su vida, su composición y su trabajo cultural. También estamos sacando por primera vez ‘El pájaro vuela’, un disco que nunca se publicó, que grabó en los años ochenta; el año que viene esperamos sacar un disco nuevo con composiciones que han estado inéditas y un libro de poesía. Lo que él aportó fue su corazón latinoamericano, porque no se auto-identificaba como chileno sino como latinoamericano. Mi papá trabajaba con comunidades muy, muy diversas, y eso se reflejaba en su música”
Rafael Herminio Manríquez nació en Santiago de Chile en 1947. Desde muy temprana edad escuchó la música en vivo. Su abuelo Herminio tocaba el violín. Cuando era un quinceañero conoció el instrumento que nunca más abandonaría, la guitarra. Durante los mil días que duró el gobierno de Salvador Allende, Rafael deambulaba entre la máquina de escribir y la “cogote de yegua”, como él llamaba a su instrumento. Conoció la Nueva Canción desde adentro, como artista y como cronista. Fue periodista en la revista El Musiquero y allí tuvo la oportunidad de entrevistar a numerosos artistas y convertirse en un experto en este género artístico.
Ellen Moore fue guitarrista y voz armónica del Grupo Raíz:
“Yo conocí a Rafael en 1979. Estaba dirigiendo el coro de la Peña. Era un personaje y un talento tan grande para la comunidad. Nos tocó en maneras profundas con su música, con su poesía, con su visión de un mundo justo, porque Rafa era un gigante”, dice Moore.
En 1973 los militares chilenos se tomaron el gobierno instaurando una feroz dictadura. Muerte, destrucción y silencio fue el resultado del fatídico once de septiembre. En horas, el país fue sumido en la tristeza más profunda de su historia. Y Rafael al igual que cientos de artistas, se vio obligado a emigrar de la pesadilla; de un profundo apagón cultural y de la hitleriana quema de libros. En 1975 llegó a Ecuador. Allí conoció el amor de Jennifer Johnson y la siguió hasta al Área de la Bahía al año siguiente.
La cantante y profesora de música Lichi Fuentes cantó a dúo con Rafael en numerosas ocasiones:
“Rafa fue para mí un mentor. Músico por donde uno lo mirara. Escuchaba música diariamente, tocaba todo el tiempo, escribía canciones, un hombre sencillo, muy bueno y muy solidario. Tuvimos el placer de compartir momentos que no se olvidarán nunca, que siempre estarán en el corazón mío. Rafael es uno de los pocos músicos hombres que siempre tuvo la participación de las mujeres muy presente. Disfrutó de la energía que traían hombre y mujeres a una colaboración musical. Rafa me dijo una vez, ‘la música es nuestro lenguaje’, y esa es el arma que nosotros tenemos para usar en pro de la solidaridad”
Con su hermosa y profunda voz, su virtuosismo en la guitarra y siendo muy mal pagado, Rafael se convirtió en la voz de la solidaridad, en el referente de la canción del sur. Nadie en el Área de la Bahía conocía a Yupanqui y muy poco se sabía de la trova cubana hasta que llegó el Rafa. Trajo en su maleta la Nueva Canción, escribió sus mejores obras, dio clases y charlas, tuvo su segundo hijo Manuel, fundó el Grupo Raíz y ayudó a crear toda una generación trasnacional de artistas y amantes de la música que hasta el día de hoy le siguen. El 26 de junio del 2013, el mismo órgano que lo convirtió en un ser excepcional, su corazón, se lo llevó a la inmortalidad■