¿Por qué los distritos electorales de las minorías están desatendidos por los funcionarios electorales locales?
De la redacción
Se ha podido observar que las largas filas en las casillas o lugares de votación se han convertido desde hace mucho en un tema polémico y candente en los medios de comunicación; tanto, que hasta el expresidente Obama reconoció en su discurso de victoria que “este es un problema que debía solucionarse”.
Con todo, la creciente atención de los medios de comunicación en el problema de las largas filas en los recintos para votar, ha sido poco investigada en los trabajos de ciencia política, dice un pertinente artículo de Stephen Pettigrew, en The Gale Academic Onefile.
En él, el autor demuestra que un votante en un distrito predominantemente minoritario “experimenta una línea que es dos veces más larga, en promedio, que donde se forma un votante en un distrito predominantemente blanco”. Además, afirma que “las minorías tienen tres veces más probabilidades de esperar más de 30 minutos, y seis veces más probabilidades de esperar más de 60 minutos”.
Tomando dos vecindarios en un mismo condado o ciudad, uno mayoritariamente blanco y otro mayoritariamente negro (al parecer, para de los estudiosos sobre el tema Estados Unidos sigue siendo blanco y negro), dice Pettigrew que “la mayor parte de la brecha racial se explica por “la variación dentro de las unidades geográficas que administran las elecciones, en lugar de diferencias como la división urbana / rural entre las unidades administrativas”.
Por su parte, un estudio de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas, sostiene que “La igualdad de acceso al voto es una característica fundamental del gobierno democrático” (excepto en Estados Unidos). Utilizando datos de millones de usuarios de teléfonos inteligentes, los autores del este estudio -son varios- cuantificaron una disparidad racial en los tiempos de espera de votación, “en una muestra nacional de lugares de votación durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016”. O sea que el problema se viene arrastrando desde hace mucho.
Hallaron que en relación con los vecindarios completamente blancos, “los residentes de vecindarios completamente negros esperaron un 29 por ciento más para votar y tenían un 74% más de probabilidades de pasar más de 30 minutos en su lugar de votación”.
Esta disparidad, afirman, “se mantiene al comparar lugares de votación predominantemente blancos y negros dentro de los mismos estados y condados”. Y agrega que dicha disparidad “sobrevive a numerosas pruebas de robustez y placebo”. Explicaron también el mecanismo de estos resultados y discutieron ampliamente sobre “cómo los datos geoespaciales –obtenido de los teléfonos inteligentes- pueden ser una herramienta eficaz para medir y monitorear estas disparidades en el futuro”.
El Proyecto 100 Millones, es un estudio nacional integral de la población adulta sin derecho a voto en Estados Unidos, que tiene como objetivo comprender la desvinculación de los ciudadanos, del proceso político. “Comenzó como una forma de iluminar los desafíos que deben abordarse si se quiere atraer a las urnas a los votantes desconectados”.
Dicho proyecto sostiene que aunque constituyen una gran parte de la población de este país, los estadunidenses promedio “reciben poca o ninguna atención en las conversaciones políticas nacionales, y siguen siendo un misterio para muchas instituciones”.
De hecho, un artículo reciente de El Times (versión en español de The New York Times), señaló hace poco que la Fundación Knight publicó un informe sobre las personas que no votan en Estados Unidos. Dice que es de llamar la atención un hallazgo en particular: casi la mitad de ese sector de la población que no vota sostuvo que en ningún momento de sus vidas les habían pedido que votaran.
“No lo hicieron sus padres, ni sus amigos o maestros, ni las iglesias o sus lugares de trabajo”. Vamos, ¡ni siquiera lo hicieron las campañas políticas… Nadie se los pidió! Y en un país que se enorgullece de ser faro de la democracia y el excepcionalismo, “aproximadamente el 40% del electorado ni siquiera se había topado con la sugerencia de que debería votar”. Algo que también resulta impactante es que, entre quienes habían votado, “las cifras sólo eran un poco mejores: nada más el 62% dijo que les habían pedido que votaran”.
Vale señalar que a medida que las organizaciones políticas buscan llegar y motivar al electorado no comprometido, la información de estos estudios debería ayudar a informar su trabajo■