Masacre y desolación en Uvalde: “¿qué vamos a hacer?”
Esta semana, un hombre joven entró a una escuela primaria en Uvalde, pueblito méxicoamericano de Texas, portando un rifle de guerra, como es costumbre en Texas, y al entrar al salón de clases ocurrió lo indecible: abrió fuego dejando a su paso una estela de sangre y horror. Al final del día, 19 pequeños inocentes habían perdido la vida. También dos maestras, que con sus cuerpos los defendieron heroicamente de las balas.
La peor pesadilla de todo padre o madre de familia se hizo realidad. Por eso, ahora los padres de Uvalde amanecen mirando el mundo diferente, agobiados por el peso de la incertidumbre en el mañana. Eso me dijo el señor Lupe Leija, quien sufrió momentos de terror al saber que su hijo Sammy, sobreviviente por fortuna, estaba dentro del plantel de la tragedia:
“Amen mucho a sus hijos… porque el mañana no está prometido para ninguno de nosotros; preocúpense por el día de hoy”
Eso piensa ahora toda familia no sólo de Uvalde, sino todo padre o madre que envía a sus hijos a la escuela en el país.
Porque este no es un acto casual o accidental. Esta es la misma pesadilla que vivieron diez años antes docenas de padres en Sandy Hook, y hace más de dos décadas en Columbine. Y en Newtown. Y en Parkland. Y la pesadilla se sigue repitiendo. Las matazones no tienen fin.
Pueden ser controladas, lo prueban muchos países, pero no existe una verdadera voluntad política.
¿Y por qué esa falta de interés?
A modo de pista les doy un dato que permite ver quién saca raja: el día después de la matanza de Uvalde, los precios de las principales acciones de los fabricantes de armas subieron de repente. Smith & Wesson ganó casi un 10 por ciento y Vista Outdoor un 8%. Y siempre ha sido así: las empresas de armas y municiones lucran con cada matanza.
Hay que ver ahora quiénes más salen ganando esos dividendos y mejoran sus fortunas. Es cuestión de seguir la pista del dinero. Always Follow the Money, como dice la frase famosa de los que una vez investigaron e hicieron caer a los políticos corruptos.
Este orden de cosas seguirá igual mientras los votantes no hagan que paguen su justo precio aquellos influyentes políticos que, aunque pueden, no hacen lo necesario por parar las armas y las matazones.
Después de cada masacre escolar, la opinión pública se muestra indignada y dispuesta a exigir leyes más estrictas de control de armas. Eso mostraron encuestas después de Columbine, Newtown y Parkland.
Ahora la tragedia de Uvalde cimbra la conciencia pública hasta la médula.
El senador de Connecticut, Chris Murphy, a quien hace diez años le tocó consolar a las familias de la escuela Sandy Hook en su distrito, cuestionó a sus colegas: “¿Qué vamos a hacer?”
“What are we doing? There are more mass shootings than days in the year. Our kids are living in fear every time they set foot in the classroom because they think they will be next“
(¿Qué estamos haciendo? Hay más matanzas masivas que días en el año. Nuestros niños viven presas del miedo cada vez que pisan el salón de clases porque piensan que pueden ser los siguientes)
“What are we doing? Why are you here? If not to solve a problem as this. This isn’t inevitable. These kids were not unlucky. This only happens in this country and nowhere else. Nowhere else kids go to school thinking that they will be shot that day”
(¿Qué vamos a hacer? ¿Por qué estamos aquí?, si no es para resolver un problema como este. Esto no es inevitable. Estos niños no es que no tuvieran suerte. Esto sólo pasa en este país, y en ningún otro. En ningún otro lugar van los niños a la escuela pensando que serán balaceados ese día).
¿Será por fin este un punto de viraje? ¿Viviremos por fin un estallido de insurgencia ciudadana? ¿Habrá ajuste de cuentas para los políticos vendidos al lobby de las armas? ¿Habrá un hasta aquí a su perversa inacción?
A cada quién y a todos nos tocará parte de la respuesta a la pregunta: ¿Qué vamos a hacer?
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