Los Dreamers avanzan a paso firme pero nadie les cumple
Maribel Hastings y David Torres
El 15 de junio se cumple el aniversario número 11 de la orden ejecutiva girada en 2012 por el entonces presidente demócrata Barack Obama concediendo la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Mucho ha cambiado para una parte de estos llamados Dreamers, pero lamentablemente poco ha sido el cambio entre los políticos que siguen sin concretar una solución migratoria que los legalice permanente.
Asimismo, los republicanos siguen atacando el programa en los tribunales y, de hecho, miles que podrían beneficiarse de la protección de la deportación y de los permisos de trabajo no pueden hacerlo porque el litigio no permite que se sometan nuevas solicitudes.
En efecto, está ampliamente documentado que Obama giró la orden para crear DACA en medio de una enorme presión política encabezada por los mismos Dreamers.
Corría el 2012, año de elecciones generales, y el descontento entre los votantes latinos era más que evidente no sólo por la alta cifra de deportaciones durante el gobierno de Obama, sino porque no se ofrecía un amparo a los Dreamers. Tras decir que no podía hacer nada a nivel ejecutivo, la presión fue tal que Obama anunció el programa DACA el 15 de junio de ese año. Así, en 2012 fue reelecto con un apoyo del voto latino superior (71 por ciento), comparado al 67% en 2008.
Desde entonces han sido muchos los intentos fallidos de dar una solución legislativa permanente a los Dreamers ya sea de forma independiente o como parte de una reforma migratoria amplia.
La organización FWD.us hizo un estudio comparativo de los Dreamers que se beneficiaron de DACA en 2012 con su situación actual, en 2023, y los hallazgos son reveladores. No sólo se trata de que ya no son estudiantes sino profesionales que formaron sus propias familias en el único país que conocen como su hogar, al cual ayudan y mejoran a diario.
El reporte señala que “cuando se implementó DACA, los beneficiarios eran generalmente personas más jóvenes que estaban en la escuela preparatoria o recién comenzaban su educación universitaria o sus carreras.
Según cálculos de FWD.us, la edad promedio de los beneficiarios de DACA en 2012 era de 21 años. En ese momento, casi la mitad (45%) de los solicitantes aprobados estaban inscritos en la escuela preparatoria o la universidad, mientras que una ligera mayoría (60%) participaba en la fuerza de trabajo. En este primer grupo, sólo un poco más de dos tercios (77%) se habían graduado de la escuela preparatoria y aproximadamente un tercio (35%) había obtenido alguna educación universitaria. Como muchos estaban en la escuela o recién comenzaban sus carreras, los beneficiarios de DACA tenían un ingreso promedio de sólo 4 mil dólares anuales”.
Once años después, esto encontró el análisis: “la gran mayoría (al menos el 86%) de este grupo inicial de beneficiarios de DACA de 2012 ahora participa en la fuerza laboral, mientras que un pequeño segmento está inscrito en un colegio o programa universitario (menos del 10%). Casi todos los beneficiarios de DACA, el 99%, se han graduado de la escuela preparatoria y aproximadamente la mitad (al menos el 48%) han obtenido alguna educación universitaria.
Este primer grupo de beneficiarios de DACA ha multiplicado por siete sus ingresos medios anuales desde 2012, y desde el inicio de DACA ha aportado 108 mil millones de dólares a la economía estadunidense, así como 33 mil millones de dólares en impuestos combinados. Muchos ahora también están formando familias: más de un tercio (39%) de los beneficiarios de este grupo inicial de DACA se han casado y casi la mitad (48%) ahora tiene al menos un hijo”.
Lo que demuestran los resultados de este análisis es una de las verdades más irrefutables de la experiencia de los Dreamers: que ya tienen una vida hecha aquí y están tan integrados al tejido social estadunidense, que ya no se concibe esta nación sin su presencia.
Primero, porque lograron con su lucha la protección de ese programa; segundo, porque no han declinado en defender durante todos estos años el derecho a ser reconocidos como parte integrante de Estados Unidos; y tercero, porque con su trabajo, su conocimiento académico y sus ganas de emprender negocios se han convertido en una de las mejores muestras de lo que representa el espíritu estadunidense.
Es por esto que cada investigación sobre DACA nos dice que los Dreamers agregan más de 40 mil millones de dólares al año al Producto Interno Bruto (PIB), lo que se traduce en casi seis veces más que los 7 mil millones de dólares que DACA le cuesta a Estados Unidos.
El progreso de los Dreamers y sus aportes a la economía constituyen una ‘bofetada con guante blanco’ a los antinmigrantes que quizá resienten su progreso, por tratarse mayormente de inmigrantes de color. Pero su ceguera ignora que los avances de esos inmigrantes supone más impuestos y más aportaciones a los programas de Seguro Social y Medicare que benefician a todo el país.
Sin embargo, el racismo del sector ultraconservador y la falta de agallas de los demócratas para enfrentarlos nos traen a otro aniversario de DACA sin una solución permanente.
Los Dreamers, a pesar de ello, han forjado ya su propio capítulo en la historia de este país.