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La historia entrelazada del Primero de Mayo en Estados Unidos y México

Por Gonzalo Santos
Publicado 30 abril, 2024

Imagen provista por el profesor Gonzalo Sanatos.

 

Hace siete años, en 2017, alrededor de mil personas marcharon y se manifestaron en el centro

de Bakersfield el Primero de Mayo, hasta donde yo sé, la primera (y única) vez que la gente en

esta ciudad celebró con orgullo el Día Internacional de los Trabajadores como tal.

La mayoría de los sindicatos locales y las organizaciones de defensa comunitaria se negaron a

participar, pero un grupo diverso y muy motivado de activistas respondió favorablemente. El

evento fue un gran éxito. Cientos de personas marcharon por el centro de Bakersfield,

realizaron una manifestación festiva en el parque Mill Creek y obtuvieron una gran cobertura

mediática.

El mencionado artículo, provisto por el profesor Gonzalo Santos.

El mencionado artículo, provisto por el profesor Gonzalo Santos.

Al día siguiente apareció una enorme fotografía y un artículo en primera plana en el

Bakersfield Californian.

Los puntos de unidad acordados por los organizadores (ver más abajo) reflejaron una

interseccionalidad bienvenida entre ellos. Ello reflejó un más amplio significado de la

celebración con respecto a las anteriores marchas de inmigrantes de 2006, que culminaron con

el Boicot Nacional por los Derechos de los Inmigrantes del Primero de Mayo, cuando más de

dos millones de inmigrantes y sus aliados marcharon en más de 130 ciudades de todo el país,

una impresionante y sorprendente resurrección del Primero de Mayo, rescatado de las décadas

de olvido durante la Guerra Fría. Unos 35 mil inmigrantes se manifestaron en Bakersfield ese

Primero de Mayo, la manifestación más grande jamás realizada en la historia de esa ciudad.

El Primero de Mayo es tan estadunidense como el pie de manzana. Se originó en 1890 como

un día para honrar la memoria de los mundialmente famosos “Mártires de Chicago”, los 80 mil

trabajadores estadunidenses que en 1886 se reunieron en Haymarket Square para exigir una

jornada laboral de ocho horas, una demanda laboral que había comenzado en Estados Unidos a

mediados del siglo XIX (en el Reino Unido incluso antes), sólo para ser brutalmente agredidos

por la policía, sus líderes sindicales posteriormente acusados de la violencia y ejecutados.

Curiosamente, yo conocía toda esa historia laboral desde niño, mientras crecía en el puerto

mexicano e importante ciudad petrolera de Tampico, en el Golfo de México. Cada Primero de

Mayo, cuando era niño, observaba sorprendido desde el balcón de mi abuela cómo miles de

ejidatarios, petroleros, alijadores y muchos otros sindicatos aparecían de repente en el centro

de la ciudad, pasaban junto a mi balcón marchando en contingentes bulliciosos, disciplinados e

interminables, cada contingente cantando y portando enormes pancartas ensalzando sus

sindicatos y gritando las consignas: ¡Que vivan los mártires de Chicago! ¡Que viva la solidaridad

internacional de los trabajadores!”

¿Quiénes, se preguntaba mi mente de niño, eran esos mártires de Chicago y por qué eran

honrados tan prominentemente por estas multitudes de trabajadores mexicanos tan orgullosos

y militantes? El hecho de que fueran estadunidenses me intrigaba aún más, habiendo crecido

en una cultura hiper-nacionalista que reverenciaba a sus héroes mexicanos y, además, tenía

una desafiante tradición antimperialista muy extendida. Los únicos extranjeros que conocía y que

eran honrados de esta manera eran los San Patricios, la brigada estadunidense irlandesa que

se pasó al lado mexicano en la guerra entre Estados Unidos y México.

Foto: Provista por el profesor Gonzalo Santos.

Foto: Provista por el profesor Gonzalo Santos.

Cuando era niño en la década de 1950, visitaba a mi cálida y amorosa abuela mexicana y a mi

abuelo republicano irlandés-estadunidense expatriado, y a mi bailarina madrina, que vivía con

ellos y frecuentemente recibía a sus amigos artistas de izquierda, y rápidamente aprendí de sus

acalorados debates en la mesa del almuerzo de la altamente controvertida festividad mundial

que de alguna manera se originó en Estados Unidos.

Muchos años después, cuando vine a Estados Unidos como estudiante de posgrado me

sorprendió descubrir que prácticamente nadie sabía sobre el Primero de Mayo, los Mártires de

Chicago, o cualquier otra cosa relacionada con esa celebración de la clase trabajadora -aparte

de que, en sus mentes, estaba asociado con el mayor desfile militar en la Plaza Roja de Moscú,

la capital de la archirrival y temida superpotencia, la U.R.S.S.; y dado que en ese desfile

normalmente se exhibían los últimos y más amenazantes misiles nucleares intercontinentales

–construidos expresivamente para “disuadir” a los estadunidenses en su destrucción

mutuamente asegurada en su carrera armamentista nuclear– ¡nadie se atrevía a asociarse con él!

Es decir, entre los estadunidenses con los que me encontré, el Primero de Mayo era una

amenazadora celebración extranjera comunista, y nada podría ser más antiestadunidense para

ellos que eso.

Para mi sorpresa, esta opinión era sostenida incluso entre aquellos en el movimiento obrero,

así como entre aquellos que encontré en otros movimientos, como el movimiento chicano y

contra la guerra de Vietnam. En cambio, todos señalaron al Día del Trabajo en septiembre como

su fiesta nacional al final del verano, que celebraban no con marchas militantes sino con picnics

familiares y yéndose de compras.

Sin embargo en México, la plaza principal de la Ciudad de México, el Zócalo se llenaba con

cientos de miles de trabajadores marchando cada Primero de Mayo (para aclarar las cosas: no

había desfile militar, ese era el Cinco de Mayo, que luego fue adoptado por el movimiento

chicano como día del orgullo étnico). Los contingentes de trabajadores desfilaban frente al

Palacio Nacional y eran saludados por el todopoderoso presidente mexicano en turno, desde su

alto balcón, en una apoteosis del pacto nacionalista de solidaridad mutua entre la clase

trabajadora y el Estado. Ni misiles ni soldados, sólo sindicatos bulliciosos y sus pancartas en las

calles, bajo la mirada aprobatoria y el respaldo del gran tlatoani sexenal de aquellos tiempos.

Esto continuó desde los años 1920 hasta los años 1980 –durante el largo periodo del Priiato.

Sin embargo, en la década de 1990, cuando el partido-estado del PRI quedó completamente

deslegitimado después de que abandonó su proyecto de desarrollo nacionalista y estatista y

abrazó el proyecto de globalización neoliberal importado de Estados Unidos, que afectó

gravemente a los trabajadores y campesinos mexicanos, los desfiles del Primero de Mayo

sirvieron como ocasión para que los trabajadores vituperaran abiertamente al presidente,

insultos vistos nada menos que en la televisión nacional. El pacto entre los gobernantes y los

gobernados se desquebrajó.

Y así ocurrió que, cuando el Primero de Mayo dejó de servir a la clase política como un

espectáculo y ritual útil, fue oficialmente cancelado -algo que, irónicamente, permitió al

Primero de Mayo regresar a sus raíces de movimiento obrero militante autónomo, fertilizando

sus numerosos jardines de resistencia al Estado y al gran capital nacional y extranjero,

permitiendo que florezca hoy el movimiento obrero independiente, el movimiento de las

mujeres, el movimiento indígena y muchos otros movimientos de México. Es mejor así.

Foto: Provista por el profesor Gonzalo Santos.

Foto: Provista por el profesor Gonzalo Santos.

¿Y qué pasa con la peculiar historia del Primero de Mayo en Estados Unidos, desde su

prolongada ausencia y pactada evasión tanto por parte del duopolio gobernante en

Washington como del movimiento sindical estadunidense a su inesperado regreso a la vida en

este nuevo siglo, cargado sobre los hombros de migrantes mexicanos, salvadoreños,

guatemaltecos y muchos otros que salieron a exigir sus derechos sociales y laborales negados

durante tanto tiempo?

Retomando la historia, justo después de la represión violenta en Haymarket por abogar por la

jornada de 8 horas: el Primero de Mayo fue adoptado por primera vez como celebración anual

proletaria mundial en 1890 por la Segunda Internacional (1889-1916), una organización de

partidos socialistas y laboristas con sede en París. Muy pronto se extendió como feriado laboral

a la mayoría de los países del mundo.

Su principal reivindicación inicial era la jornada laboral de 8 horas, hoy norma laboral

internacional (aunque frecuentemente violada). México fue de los primeros países que la

consagró en su Constitución de 1917, un gran logro de la Revolución Mexicana. En Estados

Unidos hubo un largo proceso de adopción gradual de la jornada de 8 horas, que culminó con

una ley federal durante el New Deal, aprobada en 1937. Fue necesario activar la militancia de

los trabajadores estadunidenses durante la Gran Depresión para presionar a la administración

liberal de Franklin D. Roosevelt para conseguirlo, por encima de la recalcitrante oposición de la

clase capitalista.

Pero en la década de 1890, el presidente Grover Cleveland se rehusaba a declarar como feriado

laboral el 1 de mayo porque fortalecería los movimientos socialistas y anarquistas del I.W.W. en

el corazón del creciente movimiento obrero estadunidense. En su lugar, y para apoyar a las

corrientes más moderadas en el A.F.L. abogó por un feriado del Día del Trabajo en septiembre,

como una alternativa menos incendiaria y más patriótica. Esa fecha de septiembre se adoptó

formalmente como feriado federal de Estados Unidos en 1894.

Así siguió hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el movimiento obrero,

aglutinado en el A.F.L.-C.I.O., fue de nuevo domesticado por los grandes beneficios del nuevo

contrato social del New Deal, acompañado por las feroces persecuciones del Macartismo en

nombre del anti-comunismo durante la Guerra Fría (1945-1993). El Día del Trabajo quedó

reducido a un inocuo holiday para festejar el fin de las vacaciones de verano, celebrado, como

dijimos, con picnics familiares y rebajas en los shopping malls.

Foto: Provista por el profesor Gonzalo Santos.

Foto: Provista por el profesor Gonzalo Santos.

Así las cosas, hasta que entró en escena el movimiento por los derechos de los inmigrantes en la

primera década del 2000. El Primero de Mayo se convirtió de nuevo en un combativo día por

los derechos laborales, humanos y sociales, y, en marcado contraste con el movimiento laboral

estadunidense, guiado por un genuino sentido de solidaridad internacionalista. Surgió pacífico

pero indomable y masivo, de abajo para arriba, identificado por los propios trabajadores

migrantes como el mejor día para marchar por sus derechos, resucitándolo como un ave fénix de

las cenizas del anémico movimiento laboral estadunidense.

El Primero de Mayo ha entrado recientemente en remisión temporal. Eso es normal. En los

años intermedios desde la última marcha del Primero de Mayo que ayudé a organizar en 2017,

las marchas de las mujeres surgieron y se desvanecieron, hasta junio del 2022, cuando la

Suprema Corte les quitó su derecho al aborto legal. Lo mismo hicieron las marchas de

migrantes, las marchas del Black Lives Matter, las marchas por el control de armas y las

marchas por reducir el cambio climático. Ahora estamos ante el sorprendente resurgimiento

del movimiento contra la guerra en Gaza. Todos los otros movimientos deberían reaparecer

pronto, porque sus causas no han sido atendidas. Tal vez el Primero de Mayo ahora sirva para

por fin movilizarlos a todos, unidos en un amplio frente progresivo y popular.

Inclusive durante la pandemia, el Primero de Mayo se celebró en algunas ciudades de forma

virtual, en Internet, o a través de caravanas de automóviles, nuevas e ingeniosas formas de

acción colectiva durante los tiempos del terrible coronavirus. En Los Ángeles se llevaron a cabo

todo tipo de eventos de solidaridad obrera en defensa de los trabajadores de los

supermercados y demás trabajadores de primera línea, trabajadores denominados esenciales

pero desprotegidos que se sacrificaron por todos nosotros para superar la crisis, sin mucho

reconocimiento o gratitud, muchos de los cuales, como habrán adivinado, inmigrantes.

Creo que el Primero de Mayo llegó para quedarse en Estados Unidos, hoy bajo la anuencia de

los trabajadores inmigrantes, quienes poco a poco les están enseñando a sus indoctrinados

hermanos y hermanas trabajadores estadunidenses el significado de la solidaridad

internacional entre los trabajadores, como siempre debió ser, y como ciertamente debería

siempre celebrarse en este país construido por inmigrantes. ¿Qué podría ser más americano?

Porque americanos, a fin de cuentas, somos todos – desde Patagonia hasta Alaska.

A continuación les comparto los “Principios de unidad” en la última celebración del Primero de

Mayo en la que participé, la marcha y manifestación en Bakersfield del 2017. Si hoy se llevara a

cabo otra celebración del Primero de Mayo, propondría agregarle cinco nuevas demandas:

 

  • Perdón Presidencial Inmediato y Permisos de Trabajo para Todos los Inmigrantes
  • Indocumentados
  • ¡Alto al genocidio en Gaza! Cese al fuego inmediato y ayuda humanitaria inmediata
  • Detener la guerra y negociar la paz en Ucrania
  • Defender y proteger la democracia y la libertad de expresión en EE. UU.
  • Restaurar los plenos derechos reproductivos a las mujeres

 

¡La lucha continúa!

 

MARCHA Y RALLY DEL 1 DE MAYO EN BAKERSFIELD, 2017

Principios de unidad

Comité de Resistencia del Primero de Mayo

  • Garantizar atención médica para todos
  • Proteger el derecho de los trabajadores a organizarse y un salario digno
  • Dejemos de criminalizar a inmigrantes, refugiados, musulmanes y personas de color y protejamos DACA
  • Adoptar la plena igualdad y derechos para las mujeres y las personas LGBTQ
  • Respetar y proteger a la Madre Tierra
  • Promover una educación de calidad para todos y garantizar una educación universitaria libre de deudas
  • Dejemos de criminalizar la falta de vivienda y las enfermedades mentales
  • Invertir en educación, no en encarcelamiento
  • Preservar la prensa libre
  • Adoptar la diversidad religiosa
  • Prevenir los crímenes de odio
  • Poner fin a la discriminación racial y la brutalidad policial

Consignas para hoy:

* NO VAYAN A TRABAJAR * SALGAN DE LA ESCUELA

*NO COMPREN NI CONSUMAN * CIERREN SUS NEGOCIOS

El Dr. Gonzalo Santos tiene un doctorado en sociología de la Universidad de Binghamton, Nueva York. Es profesor emérito de la Universidad Estatal de California en Bakersfield. Ha participado en múltiples movimientos sociales tanto en México como en Estados Unidos. Reside en Bakersfield, California.

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