Jóvenes latinos y afroamericanos usan teatro para exigir cambios
En las escalinatas de una escuela preparatoria en la ciudad de Compton, al sur de Los Ángeles, un actor vestido de policía sujeta a un joven afroamericano vestido en color naranja, como el que usan los reos en las prisiones. Un letrero cuelga de su cuello. Lleva escrita la fracción, 1/3.
“Uno de cada tres jóvenes negros es probable que termine preso, y además tiene 21 veces mayores posibilidades que el resto de las razas de morir disparado por un policía. “Ahora pregunto: ¿Importa la vida de un negro?”, pregunta el actor.
En coro responde: “Black lives matter!!”
“El sistema me trató de decir que entre más oscura esté tu piel, entre más pobre seas, más tienes todo en tu contra”, responde el actor.
Esta obra de teatro callejero fue creada por un grupo de estudiantes activistas para motivar la participación cívica entre los jóvenes.
En otra parte de la obra aparece una joven latina vestida como la estatua de la libertad. Otra joven más sostiene un letrero que lleva escrita la palabra inmigrante.
“Vivimos en un círculo de pobreza y explotación que afecta a nuestros hijos –dice-, a nuestras familias y al derecho de ser incluidos en esta sociedad. Debemos de encontrar la forma de romperlo”, dice Leticia Vélez.
Uno de los actores es el afro americano, Eli Winfield de 20 años. Afirma que la experiencia le cambió la vida:
“Queremos demostrarnos a nosotros mismos el poder que tenemos. Aquí estamos y vamos creciendo. Estamos aquí para cambiar el mundo”, dice Winfield.
Cambiar la pobreza en que vive, a pesar de que su mamá tiene dos trabajos y sólo duerme de 3 a 4 horas diarias, le urge a Leticia Vélez, otra de las participantes en la obra:
“Nos están discriminando, nos están haciendo muchas cosas que no nos harían si no fuera por el color de nuestra piel”
La obra también denuncia el robo salarial. Los jóvenes demandan que se aumente a 15 dólares el salario mínimo.
Uno de los organizadores del evento y líder de esta campaña a nivel local es Edgar González, de 22 años de edad. Es beneficiario de DACA, y estudia en el colegio de Santa Monica. Además, está casado y tiene una hija pequeña.
“Muchos de nosotros vivimos en la pobreza, y yo creo que si nuestros padres están trabajando dos trabajos, tres trabajos para mantenernos, y aún no es suficiente y no están viendo a sus hijos… ¿Qué pasa cuando los hijos están en las calles? Y de allí surge la violencia, de allí surgen las pandillas”, dice González.
La unidad entre ambas comunidades pobres es fundamental, destaca al terminar la obra la veterana cuidadora de enfermos a domicilio, Norvella Brooks:
“Tenemos que unir fuerzas, y creemos en lo mismo. Sangramos igual, trabajamos bien, juntos”
Para que este cambio sea una realidad, depende mucho de que los jóvenes mismos participen, enfatiza Leticia Velez:
“Muchos jóvenes no votan. Al votar nuestras voces se pueden escuchar. Todo esto puede cambiar si nosotros todos votamos”■