El nuevo sonido que el Son Jarocho cobra de este lado de la frontera
De la redacción
En entusiasta compañía viajaron la jarana, la voz, la leona, la mujer y la madera. Cruzaron de ida y vuelta la frontera para constatar que a la música y los sonidos, embajadores de la cultura, no hay muro que los detenga. Y así llegaron un día al norte de California, y se pusieron a platicar con Chelis López para el programa de Línea abierta de Radio Bilingüe, acerca del Son Jarocho y la experiencia de vivir el fandango a ambos lados de la línea, esa mezcla de fiesta y música, de baile y canto, de convivencia fuertemente comunitaria.
Intrigada ella misma con conocer el rol que ha jugado la mujer fronteriza en la evolución del son jarocho, ese género musical que es también un estilo de vida, Chelis López elevó la pregunta sobre el papel de la mujer en la evolución del son jarocho y el fandango.
Para Adriana Cao Romero, Directora de la agrupación Caña Dulce y Caña Brava, de la Ciudad de México, la presencia física de la mujer en la música del Son Jarocho “ha ido creciendo poco a poco”. Asegura que sin embargo “la mujer siempre ha estado” en ese son. Y en los fandangos, la fiesta y el baile sobre una tarima de madera, inherentes a esta tradición comunitaria, “las mujeres son las que ponen el orden ahí… Bailadoras y cantadoras siempre ha habido, siempre han estado”.
Pero ahora para ella las mujeres han tomado una parti cipación más importante: “Yo cuando comencé a ir a los encuentros en Tlacotalpan, prácticamente era la única mujer. Y hay muchas ahora”, dice.
Unos 35 años atrás varias mujeres conocidas tocaban ya la jarana, o cantaban, “pero cada día es más elocuente la participación de la mujer, más numerosa y más importante porque hemos visto que podemos pulsar un instrumento… Ya no nos quedamos a la espera. Sí ha habido mucho cambio ya”.
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Por su parte María de la Rosa, Directora del grupo DiaPa’Son, con sede en Oakland, California, dice que su experiencia con la música comenzó con el simple hecho de pertenecer a una familia de músicos. “Siempre en casa escuchamos la música, crecimos con la cultura”, recuerda, pero “no había manera de entrar a las artes, cuando éramos jóvenes. Tocar música, cantar, toda esa cosa estaba prohibida, por falta de dinero”.
Gracias a una maestra, “la gringa”, se amplió su visión y su panorama. “Insistía mucho en traer a músicos, y en el acompañamiento de los músicos; y es por eso que llega Artemio Posadas a La Bahía”.
También llegarían otros músicos, como Juan Díaz, un mariachi. Y entre Juan y Artemio se han encargado, afirma María, de mantener viva la música y enseñar a muchos. “En La Bahía pueden encontrar una raíz en ellos”.
Eran los años 60, recuerda la directora de DiaPa’Son, “en esos años sufríamos mucho la discriminación. Y salir a la calle en traje de cintas, y echar un grito…, era una manera de decir ¡basta! Basta ya con la opresión. Basta con tener que esconderme, tener que esconder mi música, qué como… poco a poco va creciendo, y llegan muchos músico por medio de Artemio…”.
“Y desde entonces va y viene la ola. Son más de 40 años con esta onda de fandangos… y no solamente fandangos, ya vas a encontrar huapangueadas. Vas a encontrar jaranas. Hay una comunidad bastante fuerte de Yucatán que están haciendo sus jaranas”, dice María de la Rosa.
–¿Y qué tal la experiencia aquí de este lado, en California, María? –pregunta Chelis López.
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Chelis López traza entonces una trayectoria del movimiento del son jarocho, una hoja de ruta, digamos, en la historia de este son, que va de lo rural a lo urbano después y de ahí brinca la frontera y pasa a lo californiano, donde marca también su propio estilo.
–¿Cuál ha sido el impacto que este movimiento ha tenido para la mujer?
Martha González es Directora de ‘Entre Mujeres’, agrupación del Este de Los Ángeles, afirma que tener a las mujeres como protagonistas de la canción y en los instrumentos no es algo necesariamente raro en el este de Los Ángeles. “Siempre ha habido un momento de las mujeres en la música muy fuerte, empezando con el punk rock y todo”.
Pero cuando se habla del son jarocho, “lo más impactante fue poder experimentar lo que es el Fandango. Para nosotros el son jarocho no existe aislado, o fuera de lo que es la fiesta comunitaria… Así que por ese lado, siempre ha habido mujeres que quieren involucrarse en el baile, o en la cantada, o en la tocada”.
Pero cuando venían a tocar acá a Estados Unidos, Martha González dice que siempre se quedaban con las ganas de ver a esas mujeres del fandango de México, que veían y escuchaban a través de discos, o que conocían en persona cuando participaban en fandangos. Y eso fue una fuente de inspiración que las motivó a ir a buscarlas, y también a los maestros, sostiene.
Uno de los retos para las mujeres del fango ha sido a veces el tamaño y el peso de los instrumentos, dice Chelis. Por ejemplo, platicando sobre el son jarocho con Anna Arismendis, del grupo Caña Dulce y Caña Brava, de la Ciudad de México, quien es ejecutante de la guitarra leona, le preguntaba sobre la dificultad de andar y tocar con esa guitarra tan grande.
“Obviamente fue un reto, es un instrumento grande, yo estaba viajando en México cuando empecé a agarrar ese instrumento. Imagínate, yo andaba viajando de por sí con una mochila grande y una jarana, y de repente le estoy añadiendo una guitarra grande, o una leona ¿no? Y entonces a veces prefería mejor viajar con la jarana, sobre todo cuando iban lejos”, dice.
“Y mis amigos entonces me dijeron, ‘No, no, no…, a ver, si tú vas a tocar ese instrumento, ¡vas a tocar ese instrumento! Lo que quiere decir: la vas a cargar, la vas a aguantar, y no te vas a cansar. Tú tienes que aguantar tocando toda la noche esas cuerdas gruesas, ¡y dándole!’… Ese fue el empujón que me ayudó a aferrarme un poco ¿no?”. Y entonces se dijo: “¿Sabes qué? Tienes razón ¡Sí lo voy a tocar!, y lo voy a cargar y lo voy a sufrir, y lo voy a disfrutar a la vez”.
Cruce de Caminos
–¿Dónde se encuentran los caminos de los soneros que vienen de México con los que vienen de California. Dónde es ese momento en el que ustedes hacen ese click de reconocimiento?
“Pues en la música y en el gusto de tocar este género”, responde Adriana Cao. “Ahí es donde hacemos click, y ahí es donde nos identificamos, y queremos estar juntas, y sabemos de la cercanía que va a significar estar en este género.
La identificación existe porque en ambos países de la frontera existen esas situaciones, que suelen ser similares para las mujeres.
“Y para nosotros es muy grato. Y es un acontecimiento muy importante venir a ver dónde viven ellos, cómo hacen sus fandangos”.
Y afirma que generalmente los fandangueros mayores, “los viejitos, son muy admirados. Así con todo cariño, los viejitos; porque son los que saben. Queremos tener siempre un viejito en nuestro fandango. Porque ellos son los que van marcando la pauta… van poniendo los lineamientos, y su paciencia. Así como los maestros que a mí me enseñaron, Don Pánfilo, Don Nicolás. Gente mayor que ya no tiene prisa por mostrar nada; ellos tienen la sapiencia, y son generosos al darte lo que han acumulado durante muchos años”.
Partiendo de la irreverencia que algunas de estas mujeres dice tener hacia el Son Jarocho, las aportaciones que se le han hecho acá de este lado a la música y a los maestros del son, de allá de México, y el lugar que encuentra en la vida cotidiana de la mujer escribir los versos de los cantos, y la responsabilidad de cantar afinado como una forma de respeto al espectador son los temas que se toman en este pasaje.
En su andar por la experiencia urbana, acá de este lado de la línea, en California, el son jarocho prendió por ejemplo en Los Ángeles y en San Francisco. Sobre todo entre los jóvenes, que escuchan por lo general rock, hip hop, y otros estilos eléctricos.
–¿Qué ha aportado el son jarocho a los soneros y las soneras en California?
Sabemos que esta tradición del son jarocho, de los jaraneros, se ha dejado sentir en los barrios de ciudades grandes en California como Los Ángeles, sobre todo entre sus jóvenes.
–¿Qué ha aportado el son jarocho a estos jóvenes chicanos
María piensa que sobre todo ha estrechado lazos entre las comunidades jaraneras con visitas y encuentros trasnacionales, fortaleciendo identidades y asegurar la tradición del fandango en el futuro.
-¿Qué distingue al sonido particular de las mujeres jaraneras de Estados Unidos, del son jarocho tradicional?
Y en la conclusión, cómo navegar la cultura de Estados Unidos con estilos de vida como el fandango, para un inmigrante amenazado culturalmente con la asimilación total. El fandango se convierte en una casa donde la mujer juega un papel central sobre la tarima.