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El centenario de Violeta Parra en Berkeley

Por Radio Bilingue
Publicado 09 octubre, 2017

Foto: Pinterest


Rafael Manríquez y su hija, Marci Valdivieso en un concierto de Vicente Feliú en 2012 en el Teatro Brava, San Francisco, CA. Foto: Cortesía: Marci Valdivieso.

Por Marci Valdivieso

Hay quienes nos inspiran a continuar las luchas imposibles; a creer en la justicia y recordar la historia. También los hay, aquellos que nos enseñan a cultivar nuestras culturas y trabajar nuestros lenguajes con la gracia y profundidad de los que ahondan en la poesía, la métrica y presentándonos una estética aferrada a la tierra latinoamericana vital: señores denme permiso, le presento a doña Violeta Parra Sandoval (4 de octubre 1917 – 5 de febrero de 1967).

Violeta Parra está entre esas voces que el silencio de la muerte y el olvido, el paso de las décadas no ha acallado. Su vitalidad de mujer campesina, sobreviviente, desafiante y mestiza se ha tejido en sus canciones cantadas hoy alrededor del planeta. Para el pueblo chileno, su investigación etnomusicológica es todavía fuente de entendimiento cultural y de estudio.

El colorido y la mística de su creación artística, en sus arpilleras, bordados y oleos en madera, tela y cartón, continúan deslumbrando a quienes se la imaginan como una pequeña pueblerina, latinoamericana total.

Sería mejor re-imaginar a Violeta Parra como la fuerza de la madre tierra turbulenta y profunda que nos estremece con sus dolores y pasiones descritas en palabras, rimas y melodías.

Violeta nos talla el alma y allí se queda sembrando sus cántaros de tonada, sirilla, refalosa, cueca y canción. Sus letras cosmogónicas de los campos de Chile huelen a pasto recién cortado; frescos deseos de amor, desafíos para aquellos que no le devolvieron su cariño.

Son imágenes en soneto de los que cultivan y trabajan la tierra, con su alegría y picardía, a lo largo del continente. ¡Pero que no se equivoquen! Sus cantos no son los típicos escritos por aquellos que nunca han cosechado nada, ni vivido el hambre y la pobreza. Violeta sabe en carne propia de la necesidad, de la injusticia y la necesidad de hacer cambios en nuestras sociedades. Nos describe la noche oscura en la pampa de los mineros, las hileras de mujeres ante el único pilón, los estudiantes con su rebeldía y deseo de justicia, y nos habla de un mundo en duelo ante la pérdida del poeta García Lorca en España.

Violeta Parra Sandoval nació en San Carlos, Chillan, Chile, hace un siglo el 4 de octubre de 1917, justo a finales de la primera guerra mundial. Su familia es víctima de la pobreza en los tiempos de la gran recesión, y crece cantando y rasguñando la supervivencia para crear su lugar en la sociedad de su época.

A partir de 1952, Violeta buscó la creación andando los caminos rurales chilenos para recopilar canciones, décimas y sabiduría popular. En esa búsqueda partió al mundo desconocido europeo para compartir su música en Polonia, Ginebra y Paris, y luego regresar a Chile convertida en una ciudadana latinoamericana más consciente aun de la lucha universal por la justicia social, los derechos de los trabajadores y los campesinos. Su espíritu independiente, su resiliencia ante el desdén de la sociedad que la rechazaba por no llenar sus preconceptos de belleza, su rechazo a los roles tradicionales de la mujer en casa y agachada, y su prolífica creación musical, la fijan en la memoria como una verdadera feminista, una mujer adelantada en el tiempo.

En parte gracias a sus andanzas, su celebrada obra plástica fue creada en Santiago, Buenos Aires, Paris, y Ginebra entre 1954 y 1965. De hecho, Violeta, con su gran perseverancia logra ser la primera artista plástica latinoamericana que exhibe sus “Tapices” en el museo de Artes Decorativas, ubicado en el pabellón Marsan del Palacio del Louvre en abril de 1964. En la actualidad, su obra plástica ha viajado por los museos del mundo.

Por todas estas razones, durante este año, el de su centenario, recordamos a nuestra Violeta Parra cuyas canciones nos han acompañado en el tiempo, dentro y fuera de Chile; canciones como la inolvidable Gracias a la vida, Volver a los diecisiete, El Gavilán y Maldigo del alto cielo.

Junto a organizaciones y artistas de todo estilo – en variadas ciudades del mundo entero, celebramos a Violeta con festivales y conciertos en su honor.

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El 14 de octubre del 2017 celebramos a Violeta Parra en el Área de la Bahía en el Teatro Freight & Salvage ubicado en 2020 Addison St. en Berkeley, California. Desde Chile,  presentamos a Inti-Illimani en vivo y en directo; agrupación que cumple 50 años de existencia y que lo celebra con una bella interpretación de la música de Violeta. Tuvimos también la participación de Karen Kerschen, biógrafa de Violeta Parra, quien publicó By the Whim of the Wind (Según el favor del viento); una colección de ensayos sobre momentos en la vida de Violeta Parra. Tocaron tres bandas locales que también celebraron con nosotros, Marci Manríquez Bay Band, Foreign Planet y Madelina, y los Carpinteros, quienes interpretaron en forma exclusiva Vientos Violeteros en 4 Movimientos.

El programa fue presentado por nuestro querido actor local, Carlos Barón. Hubo danzas folclóricas y artes visuales  con el Grupo Araucaria y la artista visual Ximena Soza y Roslyn Spruit, presentaron las artes florales. Este festival llamado “100 Blossoms for Violeta / Cien Ramos para Violeta” es una producción de Duamuxa.

Agradecemos a todos los amigos que nos han apoyado en este esfuerzo en especial a aquellos en los medios de comunicación que nos ayudan a difundir la cultura latinoamericana.

Decima 2- Violeta Parra

Muda, Triste y Pensativa.

Muda, triste y pensativa
ayer me dejó mi hermano
cuando me habló de un fulano
muy famoso en poesía. (1)
Fue grande sorpresa mía
cuando me dijo: «Violeta,
ya que conocís la treta
de la versá’ popular,
princípiame a relatar
tus penurias ”a lo pueta”».

«Válgame Dios, Nicanor,
si tengo tanto trabajo,
que ando de arriba p’abajo
desentierrando folklor.
No sabís cuánto dolor,
miseria y padecimiento
me dan los versos qu’encuentro;
muy pobre está mi bolsillo (2)
y tengo cuatro chiquillos
a quienes darl’ el sustento».

En ratitos que me quedan
entre campo y grabación,
agarro mi guitarrón,
o bien, mi cogot’e yegua.
Con ellos me siento en tregua
pa’ reposarme los nervios,
ya que este mundo soberbio
me ha destinado este oficio,
y, malhaya el beneficio,
como lo dice el proverbio.

Igual que jardín de flores
se ven los campos sembra’os
de versos tan delica’os
que son perfeutos primores.
Ellos cantan los dolores,
llenos de fe y esperanzas;
algotros piden mudanzas
de nuestros amargos males;
fatal entre los fatales
voy siguiendo estas andanzas.

Por fin, hermano sencillo
que no comprendís mi caso,
¿no sabís que un solo lazo
lacea un solo novillo?
Pica’o tengo el colmillo
de andar como el avestruz,
sin conseguir una luz
ni una sed de agua siquiera.
Mientras tanto, la bandera
no dice ni chuz ni muz.

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