Cuando sonríe la abuela Chela

Valeria Fernández y su abuela. Foto: Valeria Fernández.

Se escucha música de fondo, de La Vie en Rose, sonido de platos, y voces en segundo plano…

Esa es la computadora de mi abuelo el año pasado tocando La Vie en Rose, de Edith Piaff. Esa es una de las canciones favoritas de mi abuela. Al compás de la música, mi abuelo entra y sale del comedor para preparar el almuerzo, rodando atareado en su silla de ruedas.

La música le comunica más que mil palabras. Mi abuela responde de inmediato con una sonrisa, mostrando una hermosa dentadura que aún conserva a sus 80 y tanto de años de edad.

Crecí a la vuelta de su casa, pero desde hace 15 años vivo lejos de la abuela Chela, aquí en Phoenix, en Estados Unidos. Mis visitas son esporádicas porque el pasaje a Sudamérica es más caro que ir de excursión a Europa.

Ya no nos hablamos como antes, cuando podía consultarla sobre alguna receta. Cuántos huevos le pongo? Por qué me queda tan aguada la espinaca?.. Obviamente no soy una cocinera muy dotada.

Mi abuela siempre respondía con algún consejo. Pero ahora ya nos comunicamos de otra manera.

Cada año cuando regreso a Uruguay, voy notando como su enfermedad la lleva en reversa, borrando poco a poco su memoria y conexión con la realidad.

Se llama Alzheimer y mi bisabuelo también la tuvo. Ella lo cuidó. Y lo vio convertirse en un Don Quijote confundido. Mi abuela sabía que algún día también le iba a pasar.

Yo sé que hay abuelas y abuelas. La mía, de ojos verdes y de sonrisa cálida… nos esperaba con leche chocolatada, y algún postre. Sabía bien quien era el guitarrista de Guns n’Roses… Se llama Slash. Y devoraba cualquier libro que le dieran. De Proust a García Márquez.

Desde hace tiempo que no me reconoce.

Y no me preocupa eso. Le hablo de lo que le gusta, de las recetas. Y la tomo de la mano, porque pienso que así entiende que la quiero.

Y yo sé que sí.

Cada año, el tiempo le roba un poco más de su memoria.

El año pasado mi abuelo me dijo: “¿Querés llorar?”. Y me invitó a revisar cajas de fotos y cosas de la abuela.

Ni él ni yo nos esperábamos lo que íbamos a encontrar. En uno de sus tantos papeles de receta, a puño y letra… mi abuela había escrito una de sus memorias, como si quisiera preservarla.

Hablaba de mi hermano correteando a mi papá, que se iba a trabajar, en un mar de lágrimas. Y hablaba, también de cómo los hijos en algún punto de la vida rebasan a sus padres en esta carrera.

“Qué difícil es la cosa”, decía mi abuela. “Y no siempre se puede correr al mismo ritmo, y a veces quedamos el resto de la vida tratando de alcanzarnos.”

Después hablaba de sí misma: “Pienso en mi propia vida, en la suerte que tengo de tenerlos a todos. Los de arriba y los de abajo. Ahora estoy en el medio, pero sé que pronto voy a estar en uno de los extremos”.

Aunque ya no puedo escucharla decirme estas cosas, siento el eco de su voz en esas palabras.

Ya me estoy imaginando la llegada a la casa de mis abuelos en este año nuevo. Y más que nada anhelo la mirada de mi abuela, el brillo de su sonrisa casi infantil cuando mi abuelo pone otra canción…Y no hay otra cosa más importante en el mundo que estar ahí para verlo.

Para la edición Semanaria de Radio Bilingüe, yo soy Valeria Fernández.

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