Con clases de Jarana, presos aprenden historia y hacen a un lado prejuicios raciales
Se escucha bullicio y sonido de estar acomodando instrumentos…
Es sábado por la mañana, día de clases en esta prisión. Después de cruzar una caseta de revisión, más de veinte hombres llegan a un salón donde hacen fila y firman la lista de asistencia.
Se oye el sonido ambiente…
Todos visten pantalón azul marino y camiseta azul cielo con el rótulo “CDCR – Prisionero”. CDCR quiere decir Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California.
“Those who’ are going to take the jarana classes, please sign in the other room”
(Todos los que van a tomar clases de jarana, firmen por favor en el otro cuarto, dice un instructor).
El instructor forma en círculo y pone a los participantes a hacer ejercicios de calentamiento; les dice que con sus pies marquen el ritmo.
Sonido de los pies marcando el ritmo…
Después les pide que se acompañen con las manos.
Sonido de palmas…
A pocos pasos de la acción, una mujer guardia sentada en una silla, con un Walky Talky en mano, observa la escena.
Sonidos diversos… de inicio de una clase…
Poco después, el maestro César Castro comienza su clase de instrucción de la jarana, pequeña guitarra de cuatro cuerdas construida de madera. Dibuja en el pizarrón un mapa de México. Luego señala a Veracruz, el costeño estado mexicano de donde es originario el instrumento, que es el alma del tradicional Son Jarocho.
Sonido de la instrucción…
César les habla de los sonidos de acordes y tonalidades. El maestro César Castro es originario de Veracruz, la cuna de la música de jaranas. Hizo estudios en la Escuela Veracruzana de Bellas Artes y llegó a tocar en giras con el reconocidísimo Mono Blanco, grupo decano del son jarocho. Hace más de una década César migró a Los Ángeles, donde fundó la agrupación musical Cambalache; y desde hace cuatro años da clases de música en las prisiones.
Suenan sonidos de la clase…
Los alumnos de Castro escuchan y sostienen cada quien una jarana que les llevaron los maestros. En primera fila está Matt Brownwell, de 33 años, de familia anglo-protestante, y creció en Oceanside, un enclave conservador del sur de California. Matt dice que nunca ha tenido amigos mexicanos o latinos y poco se relaciona con ellos. Aprendió a tocar guitarra en la escuela primaria. Hoy busca con este curso salir mejor preparado cuando recupere su libertad.
“I was interested in rehabilitating credits and programming, and I hear that this was guitar like instruments. So this is something that I was more interested to learn”, dice Matt.
(Estaba interesado en programas que me dieran créditos de rehabilitación, y escuché que este instrumento era como una guitarra, y es algo en lo que estaba más interesado en aprender).
Otro alumno que por primera vez asiste a esta clase de jarana es Lamonzo Comey, de 32 años. El joven afroamericano dice que creció en una familia en la que se oía y tocaba mucho la música.
“My uncle was in a band my all life growing up so I was always around both; Hip Hop and Rock & Roll”, recuerda Lamonzo. (Mi tío estaba en una banda y por eso crecí, siempre rodeado de música Hip Hop y Rock & Roll).
Sin embargo, nunca se interesó en aprender algún instrumento. Hoy en la prisión y todavía con cinco años de condena restantes, Lamonzo se inscribió en las clases de jarana, instrumento que desconocía, para aligerar un poco la carga del encierro.
“I value because I like music and I interact with a lot of different people, different races, and different backgrounds. “I’m just here to learn, to enjoy myself while I’m in this tense environment”
(Valoro la música porque me gusta y me relaciono con gente diferente, de diferentes razas y diferentes orígenes. Viene para aprender y a disfrutar mientras estoy en este ambiente tan tenso).
Este es el segundo año que llegan maestros de la jarana a dar clases a esta prisión. Uno de los veteranos de estas clases es Joaquín Moreno, de 52 años. De los trece años que lleva recluido, a Joaquín nunca le habían ofrecido clases formales de música. Ahora no se pierde ni una sola sesión.
“Es la primera clase de música en que he estado. Para mí ha sido toda una gran bendición”
Obrero de la construcción, originario del estado mexicano de Zacatecas y padre de tres hijos que procreó con dos esposas, Joaquín hizo sus pininos en la música hace 7 años, en otra prisión, a invitación de otro recluso.
“Cuando baje del nivel 3 al nivel 2 me insistió en que yo aprendiera a tocar la guitarra”, dice Moreno.
-¿Por qué no quería? –preguntamos.
-No quería porque nunca yo había agarrado una, ni sabía nada de nada -respondió.
-Yo aquí tengo una extra, si quieres te la paso y yo te empiezo a enseñar –agregó.
Ya con guitarra propia y la ayuda de su amigo comenzó a tocar en la “yarda” o patio de la prisión, y poco a poco le fue encontrando el gusto al instrumento y al canto.
Sonido de canción en el ambiente…
“Con el atardecer me iré de ti, me iré sin ti, me alejare de ti con un dolor dentro de mi…”
La vida en la prisión le fue pareciendo más llevadera y le dio por involucrarse en otras actividades.
“Sí, la música ha cambiado bastante mi vida y me ha llevado a hacer mi tiempo en una forma más constructiva y productiva para mi propia persona. Aparte de eso he crecido más espiritualmente digamos”
Las clases de música le han inspirado tanto que se ha convertido en un fecundo compositor. Joaquín Moreno, ya escribió diez canciones. Como esta, que es una reflexión de su vida tras las rejas:
“En esta vida se gana y se pierde, y esta vez a mí me tocó perder
Por la culpa de los malditos vicios, vine a caer en la celda del dolor…
Se perdió todo lo que yo había construido, mi nidito de amor se me cayó
Y para colmo de toditos mis males, mi libertad también se derrumbó”
Se oye sonido dramático de rejas de celdas cerrarse…
El maestro Castro reconoce que cuando lo invitaron a dar clases en las prisiones, la pensó dos veces.
“Tuve que platicar con mi esposa porque, uno tiene las peores ideas de ir a trabaja a una prisión estatal nivel 4. La verdad no es fácil decidir estando con tanto prejuicio. Las películas, con todo lo que te ponen de la violencia”
A cuatro años de llevar la instrucción de música jaranera al interior de las prisiones, Castro dice que le ha tocado constatar el poder de transformación que tiene el arte en los reclusos. Es una experiencia muy diferente a la que observa con sus estudiantes en algunos centros escolares de Los Ángeles.
“Lo que hacemos allá adentro no sucede en ningún otro lugar; eso es único de ahí, y es mágico, es honesto, es fuerte y nos jala a todos”
Esta experiencia lo ha transformado como maestro y como persona, dice Castro.
“A nivel personal, créeme que me ha enriquecido. Tengo una perspectiva más amplia de lo que es la vida”
Y precisamente, promover cambios en las personas y comunidad dentro de las cárceles a través de la educación en las artes, es el objetivo del proyecto Arte en las Prisiones, que desde hace más de 4 años impulsa ACTA, la Alianza de California para las Artes Tradicionales, con el apoyo del Departamento de Correccionales y Rehabilitación de California y del Consejo de las Artes de California.
El hecho de que en el centro de esta instrucción estén maestros de las artes tradicionales no es casual, señala el destacado cantautor y activista comunitario, Quetzal Flores, uno de los miembros de ACTA que ayudo a desarrollar este programa:
“No es cualquier artista , son artistas que vienen de estas mismas comunidades, o comunidades muy similares a las gentes que están dentro de las cárceles; gente pobre, gente de color. Y gente bien traumada por este sistema capitalista, este sistema de colonización neoliberal que se ha aprovechado de los más vulnerables. Poner a estos artistas en contacto con esta gente dentro de las cárceles les da caminos hacia afuera, para conectarse a la comunidad de una manera bastante constructiva”
Y para ayudarlos, uno de los principales obstáculos que han enfrentado es la cultura de la estricta división racial, muy extendida en las prisiones, afirma Quetzal.
“Lo estamos retando de cierta manera. Una de las líneas dentro de las culturas que existen adentro de las cárceles es que no toman programas. Porque quieren soldados que estén en guerra uno con el otro”
Arte en las Prisiones inició con diez artistas tradicionales en tres prisiones. Hoy el interés ha crecido tanto que ya son parte del programa más de 30 artistas en 16 prisiones en el sur y la parte central de California, dice Quetzal Flores, asesor del programa de las artes.
“Vimos el compromiso del estado para hacer un programa permanente. Creo que el presupuesto fue de 2 a 8 millones de dólares”
El año pasado, la prisión de la ciudad de Norco, con más de dos mil internos con sentencia de 10 años o menos, abrió sus puertas a Arte en las Prisiones. Proyecto que se sumó a los más de 90 programas que ofrece este penal. Porque hoy en día, de cada diez reclusos que salen libres, en un lapso de tres años, seis regresan nuevamente a la cárcel.
Vicky Grace es administradora de Recursos Comunitarios en la prisión de Norco:
“Keeping the inmates busy in these programs it’s beneficial not only for the inmates but society in general because over 90 per cent of our inmates will eventually parole. So, you want them go out and becoming contributing member of society and not going out and recommitting crimes”
(Mantener a los presos ocupados en estos programas es de gran beneficio, y no nomás para los presos sino también para la sociedad en general; porque el 90 por ciento de los reclusos que tenemos saldrán en libertad condicional. Así es de que, usted quiere que salgan y se conviertan en miembros que contribuyan a la sociedad, y no que salgan nuevamente a delinquir).
Se oye sonido del ambiente…
A punto de retirarse a sus celdas, los presos lucen contentos. Me acerco a Matt, que entusiasmado sigue haciendo ejercicios con su jarana. Lo felicito y le pregunto sobre lo qué había aprendido.
–You are good, man –le digo.
-Thank you –agradece Matt.
–What did you learn today?
“!Oh man!, I did not know how the evolution of this guitar came from the ukuleles, over across the Atlantic Ocean into Mexico, cross Mexico and up in to North America. I think it pretty cool to see everybody together like this and learning this diversity in the culture and the differences in people and coming together. !It’s pretty cool!”, afirma Matt. (¡Mira hombre! No sabía cómo esta guitarra evolucionó, del ukelele. Cruzó todo el Océano Atlántico y llegó a México y de allí cruzó hacia Estados Unidos de América. Pienso que es genial ver a todos juntos, como estamos ahora, y aprender de esta diversidad cultural y de las diferencias en la gente y que nos juntemos así. ¡Es estupendo!).
También Lamonzo Comey, disfruta los últimos minutos con la jarana.
What did you learn today? (¿qué aprendiste hoy?, preguntamos a Comey).
“Did come from Veracruz and the different way that African migration and the slaves influence the music in couple of regions”
(Llegó de Veracruz, y cómo la migración africana y los esclavos influenciaron la música en diferentes regiones).
Se escucha sonido de la conversación que se pierde inmediatamente debajo de la narración…
Finalizan la clase todos juntos en círculo, tocan y cantan la popular canción veracruzana, La Bamba.
Se oyen sonidos de La Bamba, con jarana y tambor… Aplausos de despedida…