Comiendo-T-LC, o de cómo le voltearon la tortilla a los mexicanos
De la redacción
Entre las modificaciones acordadas en acuerdo recién revisado están cambios a las normas que rigen la fabricación de automóviles, con el propósito de traer más producción de autos a Estados Unidos. Hubo acuerdo para eliminar del tratado la llamada ‘Cláusula Sunset’, de extinción cada cinco años. Y en lo que respecta a la apertura del sector petrolero, asunto sobre el cual el presidente entrante, Andrés Manuel López Obrador tenia serias reservas, su representante indicó que ese tema ha quedado resuelto.
Este acuerdo preliminar requiere ahora el visto bueno de Canadá, que se espera le entre al pacto, pero que ha estado ausente de las recientes platicas, y requiere también de la aprobación del Congreso.
Este fin de semana, Trump tuiteó: “Pronto podría haber un gran acuerdo comercial con México”.
De lograrse la firma de este nuevo tratado, se ratificaría lo que se califica como el mayor pacto comercial del planeta.
Es en estos momentos de tanta expectativa, y en que muchos están a punto de echar las campanas al vuelo, nos llega una muy interesante lectura. Un nuevo libro en el que se hace un examen del Tratado de Libre Comercio que desde hace casi 25 años está vigente entre Estados Unidos y México; y se examina la ampliamente aplaudida apertura de mercados, que le ha costado a México en el campo de los alimentos y de la salud pública.
El libro lleva por nombre “Eating NAFTA” (Comiendo TLC), y el subtítulo lo dice todo: ‘Comercio, Políticas Alimentarias y la Destrucción de México’, y su autora es la Doctora Alyshia Gálvez, profesora de estudios latinoamericanos y latinos en Lehman College, de CUNY. En el libro, la autora sostiene que contrario al cuento oficial sobre los jugosos dividendos que ha reportado a los pueblos de ambos países, el Tratado de Libre Comercio ha acarreado a México una enorme cuota de enfermedades y muerte.
Sostiene que, al firmar el TLC, los gobernantes de México de aquel entonces (1994, Carlos Salinas de Gortari, presidente), estaban firmando el acta de defunción de miles de los mexicanos.
¿Cómo es esto?
Sucede que al abrirse las compuertas a las transnacionales de la agroindustria, en México los campesinos se hundieron; los supermercados aplastaron a las verdulerías, y la cocina, que se surtía de la milpa decayó. Los mexicanos ya no comen tortillas, tamales y atole, y en consecuencia, los mexicanos están ahora plagados de diabetes y afecciones propias del mal comer.
Defensores del TLC lo alaban como un plan que ha dado lugar a pujante una industria y economía, que ha generado miles y miles de trabajos nuevos y mejor pagados. Pero la doctora Gálvez, opina diferente.
En su estudio, ella ve el trasfondo de este comercio y esta prosperidad y nos da un dato que conecta con el TLC: “La epidemia de diabetes en México ha ido en rápido aumento durante las pasadas dos décadas”. Además, afirma en su libro: Este es “Uno de los más precipitados aumentos de enfermedades crónicas en la historia de la humanidad” (¡!). Y efectivamente, este fenómeno del disparo de las enfermedades asociadas al comer es muy claro. Pero, ¿qué tan claro es su relación con el TLC? ¿Qué tan categóricamente podemos señalar como responsables a los forjadores del TLC?
Escuche:
Entre las cifras que nos aporta en su libro, doctora, nos comparte estas: Desde el 90, han aumentado enfermedades renales en casi 280 por ciento; la diabetes en más de 40%; y males cardiacos en más del 50%. En México la diabetes es más prevalente y mortífera que en Estados Unidos y Canadá. Y estos datos le quedan muy a la medida al TLC. Estos hechos ocurren justo en las pasadas dos décadas.
En su libro nos cuenta que durante el TLC aumentaron las enfermedades relacionadas al comer, se perdió acceso a los alimentos tradicionales, se diezmo el campo, aumentó la pobreza y se arrasó el modo de vida tradicional del campo. Y nada de esto se ha reconocido oficialmente. Nada de esto forma parte del balance.
Escuche:
“Los males del mal comer son una forma de violencia estructural. Resultado de políticas bien deliberadas y planeadas”, afirma en su libro Gálvez.
Cayó la cocina basada en la milpa: maíz molido, verduras y salsas. Calabacitas, frijoles, tomate, chile –usados en- las quesadillas, sopes, tamales, tortillas, atole, totopos, memelas. El consumo de la tortilla en México ha bajado brutalmente, sobre todo en las ciudades.
Para los mexicanos, la comida procesada, envasada y empaquetada es más barata y fácil de conseguir que la comida de la milpa. Pan blanco, bollitos, pizzas, y otros productos rápidos (de harina blanca), le están ganando el mandado a la tortilla, que es muchas veces más costosa.
Pero mismo tiempo que los mexicanos dejan su cocina y platillos tradicionales, la comida auténtica mexicana ha sido “elevada” (así la promueven) a un estatus de cocina internacional, alta gastronomía, gourmet, a la moda entre chefs de élite. La comida Mexicana aumenta en precio, popularidad, y aprecio. Se celebran las tortillas hechas a mano, las verduras y hierbas del campo mexicano, chiles, salsas, moles. Esta cocina es hoy un negociazo en Estados Unidos.
La cocina mexicana sólo pudo ganar semejante estatus y gran celebración internacional a costa y a base de su pérdida entre aquellos que la han comido por costumbre. Y a la vez que se celebra así la comida mexicana, “el sistema alimentario de México se ha estructurado de forma tal que las costumbres alimentarias ancestrales de México ya no van a sobrevivir, excepto como reliquia histórica.”
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“Los gringos piden tortillas a gritos mientras los mexicanos han pasado a ser los mayores consumidores del mundo de sopas instantáneas” estilo Maruchan, nos dice la Dra. Gálvez en su libro.
La gente de Mesoamérica comía maíz de diferentes colores. Ahora los chefs pagan extra por esa clase de maíz, criollo. Y esto no sucede accidentalmente. Y mientras, el pueblo se alimenta con tortillas de tortillerías industriales, una sola compañía (GRUMA) produce el 70% de tortilla y la masa en México. Y controla también el mercado de Estados Unidos es el mayor productor en ambos países.
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En el 2010, la gastronomía mexicana recibió reconocimiento mundial, de la Unesco, pero ese reconocimiento como patrimonio de la humanidad no vino acompañado de apoyo oficial para ayudar a sustentar el modo de vida.
He aquí el desenlace que dice la Dra. Gálvez trajo esto consigo, y la opinión de mexicanos, radioescuchas de Línea Abierta que residen en Estados Unidos y que fueron parte del éxodo del campo mexicano a este país.
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