Comidas ancestrales nutren cuerpo y espíritu de inmigrantes esta temporada de fiestas
Sharah Nieto y su hija Catalina de 6 años preparan atole en el patio de su casa. Nieto agrega pinole, un poco de leche de almendras y su hija le da el toque final con una barra de Chocolate Abuelita.
Preparar el atole con estos ingredientes ancestrales es como Sharah, una educadora de arte reconecta con sus raíces mexicanas e indígenas. Su padre es de Chihuahua y su mamá de Yucatán, México.
“Me da mucho orgullo, reconectarme, aprender más de las comidas y pues incorporarlas en nuestra dieta aquí para que mi hija también tenga una vida muy saludable y tenga esos recuerdos de su mamá y de nuestra cultura”, dice Sharah.
No es fácil conseguir pinole orgánico en Phoenix y puede ser costoso. A Sharah se lo dio el Colectivo Cihuapactli, que desde marzo regala paquetes a familias de escasos recursos, bolsas repletas de alimentos secos que compran a comunidades indígenas en Arizona y México. María Parra Cano es chef y una de las fundadoras de dicho colectivo dedicado a apoyar la salud de la mujer:
“Nuestros paquetes contienen muchos ingredientes que nosotros consideramos ancestrales o indígenas, como los frijoles, pinole que se usa por todo el continente en diferentes comunidades…”
Con fondos federales de una beca que dio la ciudad de Phoenix en septiembre, el colectivo Cihuapactli distribuye cientos de paquetes de comida a familias inmigrantes y de comunidades marginadas. Les dan comida seca como pinole, maíz azul, garbanzos, frijoles tepary, café, y barras energéticas. Alimentos que además de mitigarles el hambre los nutren porque son productos orgánicos, sin azúcares y que además restablecen una conexión ancestral dice Parra Cano.
“Genéticamente, hay mucha gente que no sabe, pues con la migración o la colonización no están conectados con ese ingrediente; pero genéticamente la sangre, el cuerpo reconoce la conexión con el maíz, con el cacao con el amaranto”
Los paquete son más que un regalo nutritivo de alimentos, también los reconectan espiritualmente, explica la sicóloga y cofundadora del Colectivo Cihuapactli, Enjolie Lafaurie.
“Nosotros mismos tenemos casi toda la mayoría de la información que necesitamos, la sabiduría; y entre la comunidad, entre nuestra familias tenemos más inteligencia, más sabiduría de la que tal vez pensamos que tenemos… sólo es cuestión de crear esa conexión”.
El colectivo compra los granos a empresas familiares que no usan químicos fertilizantes, como Ramona Farms, en Sacaton, Arizona. Para la dueña de la granja, Ramona Button, cultivar la tierra siguiendo sus tradiciones es una forma de preservar la sabiduría de su padre, de la nación indígena Akimel O’Odham.
“Con esta pandemia nos hemos vuelto espirituales otra vez. Por nuestras pérdidas, no podemos estar con nuestros seres queridos, especialmente los ancianos. Se están yendo, y quién nos va a enseñar estas cosas, esto nunca se escribió en un libro”, dice Button.
De septiembre a la fecha el colectivo ha beneficiado a más de mil 500 familias. Algunas viven en Coffelt, un complejo de viviendas para personas de escasos recursos.
Se escucha música navideña…
A ritmo de música navideña Miguel Rodríguez -un voluntario y residente de Coffelt– reparte los alimentos. Rodríguez tiene 5 hijos y no ha tenido mucho trabajo reciclando metales. Esta comida le trae sentidos recuerdos de su familia en Hidalgo, México.
“Igual una tristeza porque no se puede reunir uno entre familia para que pueda uno convivir y hacer estos platillos, gustar de un pinole, un chocolate”
Según el colectivo Cihuapactli es a través del consumo de estos alimentos saludables que las personas se reencuentran con su identidad. Reciben un regalo digno que es medicina para su cuerpo y también refuerza la idea de que el acceso a comidas sanas es un derecho humano.
Este reportaje fue realizado con el apoyo del Centro de Periodismo de Salud de la Escuela de Periodismo Annenberg de la Universidad del Sur de California, USC.
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