Basta ya de usar a los inmigrantes en juegos politiqueros
Maribel Hastings y David Torres
Ahora que un grupo de senadores republicanos y demócratas sopesa minar las leyes de asilo, tal y como lo ha planificado Donald Trump, a cambio del apoyo republicano a los fondos solicitados por el presidente Joe Biden para Ucrania, se manifiesta una vez más que para muchos políticos los inmigrantes son el eslabón más débil que pueden desechar cuando las cosas se complican.
Es una especie de miedo político recurrente, por una parte, y una gastada fórmula de “negociación” con el rival, por otra, en la que claramente el tema migratorio no es esencial para ellos sino cuando se trata de apuntalar una imagen pro-inmigrante que sirva para generar simpatías entre los grupos vulnerables de la sociedad.
Porque aunque al final la razón prevalezca y los reportes de prensa no se concreten, el mero hecho de que un grupo de demócratas colabore con los republicanos para impulsar medidas que criticaban cuando Trump las implementó, no contribuye a mejorar esa imagen entre un sector del electorado hispano que lleva décadas frustrado por el manejo que se ha dado a este tema y por muchas promesas incumplidas.
Sin ir más lejos, un ejemplo de esto es la tensión que se ha generado entre migrantes que llevan años esperando por una solución a su estatus migratorio, luego de que se ha privilegiado a solicitantes de asilo recientes con permisos de trabajo y otras oportunidades. Era obvio que algo así iba a ocurrir, a sabiendas de que se ha jugado con la vida de millones que ya están en el país, contribuyendo en muchos modos a la fortaleza económica de Estados Unidos, además de que se la jugaron durante la peor pandemia que haya sufrido el país y el mundo.
Tristemente se reviviría lo que ha ocurrido en administraciones demócratas previas, la de Bill Clinton y la de Barack Obama, por nombrar dos, donde los inmigrantes pagaron con creces las decisiones de apaciguar a los republicanos a cambio de nada. En el caso de Clinton, incluso residentes autorizados salieron trasquilados. Pero no queremos desviarnos.
Algunas de las propuestas sobre la mesa de negociación presupuestaria forman parte de la nefasta y larga lista de iniciativas de Trump en materia migratoria; entre otras, endurecer el requisito de miedo creíble dificultando así la solicitud y obtención de asilo. Establecer la norma del Tercer País Seguro; limitar el uso de los permisos humanitarios o parole (libertad condicional), en especial para países latinoamericanos que ha sido ampliamente utilizado por Biden. Reimplantar Quédate en México. Y requerir que se retome la construcción del muro fronterizo.
Si se fijan, son propuestas republicanas y los demócratas parecen no haber presionado por algún beneficio para los indocumentados ya establecidos. De hecho, la prensa reportó que ni siquiera para los Dreamers habría un alivio. Y ese capítulo sí que es irónico, pues los alrededor de 800 mil beneficiarios de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) han sido una especie de prueba piloto de los vaivenes políticos de la nación que este grupo reconoce como único hogar; pero que siempre han estado a la deriva, negociación tras negociación, sin el reconocimiento legal que ya merecen. En todo caso, los han tenido en la zozobra permanente de ser expulsados de ese hogar que han construido con sueños, trabajo, estudio y esperanzas.
Otra de las tantas ironías de esta situación es que se trata de políticas que Trump impulsó, que probaron ser un desastre al empeorar la presión en la frontera sin sumar el daño a nivel humanitario.
No obstante, al soplar vientos electorales los demócratas cometen el mismo error de siempre: ceder a la presión republicana a expensas de los inmigrantes y sin obtener nada a cambio para ese segmento esencial de la población. Porque, en este caso, sí financiarán a Ucrania en su lucha contra la invasión rusa, pero para los inmigrantes no hay nada.
Hacer el trabajo sucio de los republicanos no les supondrá a los demócratas ni el apoyo de esos republicanos, ni de electores republicanos, y únicamente volverá a probar que, bajo presión, los inmigrantes, para ellos, son “desechables”. Es necesario que antepongan esta vez el aspecto humanitario que urgentemente pide a gritos una solución, pues se trata de millones de vidas humanas que no han hecho otra cosa que elegir, como millones de otros en el pasado, un mejor modo de vida. ¿Tendrán presente en sus negociaciones el lema que todos llevamos simbólicamente tatuado en la frente: “Dame tus cansados, tus pobres, tus masas apiñadas que anhelan ser libres”?
Lamentablemente, si estos reportes se concretan seguiremos sin romper el círculo vicioso en materia migratoria.