Aceptar medidas migratorias extremas solamente fortalece a Trump
Maribel Hastings y David Torres
A menos que fuerzas mayores lo impidan, Donald Trump se perfila como el nominado presidencial republicano en 2024. Con ello se repetiría el duelo de 2020 contra Joe Biden, quien esta vez es el presidente, y con la inmigración y la frontera al centro de la contienda otra vez.
Este histórico entrecruzamiento político-electoral tiene desde ya un sabor a revancha en al menos dos diferentes niveles. Por una parte, representa la oportunidad del exmandatario republicano de retornar a la Casa Blanca a concluir las políticas antinmigrantes y supremacistas que dejó a medias. Por otra, es el escenario más adecuado para que Biden aseste una democrática bofetada con guante blanco a las fuerzas que intentaron un golpe de Estado al atacar el Capitolio en 2021, impulsadas por el propio Donald Trump con su inefable agenda antinmigrante bajo el brazo.
Porque si algo ha quedado claro con Trump es que el tema migratorio es su caballo de batalla predilecto; menciona someramente otros temas como la economía, pero vuelve a la inmigración como el arma demagógica que lo catapultó a la presidencia en 2016 por ser el asunto que verdaderamente mueve a su base. Una base que, al parecer, no tiene interés político en otros asuntos de relevancia nacional, sino una conveniencia ideológica y racial untada de morbo migratorio. Esa es la nube en la que flotan.
Trump ganó la primaria de New Hampshire el martes dejando atrás a la exembajadora de Estados Unidos ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley. Y como los 91 cargos federales y estatales que enfrenta Trump en cuatro casos judiciales no le impiden ser candidato y tampoco inmutan ni al liderazgo del Partido Republicano ni a sus electores, ya lo que resta del proceso primarista es puro trámite.
A este respecto, vale la pena destacar lo que el sistema político estadunidense está mostrando peligrosamente ante el mundo, al menos desde 2016, que no es otra cosa que su grosera permisividad al abrir la puerta a un personaje como Trump, repleto de todas las imperfecciones que combate la ética política y el humanismo más elemental, que por lo visto hoy brillan por su ausencia.
En efecto, si uno escucha los discursos de Trump, se da cuenta que aparte de sus referencias a sí mismo y de su queja de que es “víctima” de una “cacería de brujas” por parte de sus opositores políticos, la constante de sus mensajes es la retórica extremista en torno a la frontera y a los inmigrantes.
De hecho, esa parece ser la estrategia sostenida en la creencia de que la situación que enfrentan ciudades como Nueva York, Chicago y Boston con la llegada de refugiados enviados por el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, ha incomodado a votantes independientes.
Ven incluso una apertura con los votantes latinos y aseguran que éstos están “abandonando” a los demócratas “masivamente”, cuando la realidad es que el voto hispano sigue siendo mayormente demócrata; aunque al ser diverso en términos de nacionalidad, generación, ideología y estados donde viven, hay de todo como en botica: republicanos, demócratas, independientes y los desafectos que no votan.
Más aún, una reciente encuesta de UnidosUS encontró que los latinos rechazan muchas de las políticas y los mensajes de los republicanos, y piensan que los demócratas manejan mejor los asuntos que les preocupan. Por ejemplo, el sondeo determinó que la inmigración, aunque importante, no es la preocupación central de los hispanos como lo son la inflación, los trabajos y la economía, la salud, la criminalidad y las armas, así como el costo de la vivienda.
Además, en materia migratoria los puntos de vista de los votantes latinos son diametralmente opuestos a lo que proponen Trump y los republicanos: apoyan fuertemente una vía a la ciudadanía para los indocumentados y los Dreamers; apoyan mejores leyes de asilo y políticas que permitan la inmigración por vías legales; y hay menos apoyo para un enfoque en la seguridad fronteriza y un respaldo muy bajo a los planes de deportación masiva.
Pero Trump ha prometido deportaciones masivas desde que asuma la presidencia en enero de 2025, si es que le gana a Biden.
Pero es precisamente ese tipo de ideas las que debe considerar el presidente Biden ahora que estamos a las puertas de un acuerdo entre republicanos y demócratas y la Casa Blanca sobre el plan de ayuda a Ucrania, Israel y Taiwán que prevé cambios a las leyes de asilo, medidas para reformar la seguridad de la frontera con México y aparentemente cambios a los programas como el parole que han abierto vías legales para la inmigración. Aceptar medidas migratorias extremas solamente fortalece a Trump.
De hecho, varios senadores republicanos así lo han indicado.
“Cuando se dé a conocer el proyecto de ley y todos –especialmente los conservadores y el presidente Trump– vean las herramientas que estarán disponibles para un presidente Trump si gana las elecciones, perder esta oportunidad de convertirlo en ley, creo que sería negligente”, declaró el senador republicano de Carolina del Norte, Thom Tillis.
Pero Biden, a pesar de que ha concretado 535 acciones migratorias en lo que va de su mandato, parece encontrarse entre la espada y la pared: asegurar que su tema central de política exterior, Ucrania, obtenga los fondos para seguir combatiendo la invasión rusa; o ceder a las demandas republicanas en materia migratoria, decepcionando de paso a los grupos pro inmigrantes y, peor aún, a los votantes para quienes este tema determina cómo votarán o si lo harán. Y ante Trump y una base MAGA altamente entusiasmada, cada voto cuenta.