¿Qué desafíos enfrentan los latinos en la peligrosa industria de la pesca?
Gener May Balam maniobra para descargar el pescado. Foto: Cortesía de Gener May Balam.
La pesca es una industria en constante crecimiento en Estados Unidos y, aunque poco se sabe de la participación de los latinos en ella, algunos investigadores advierten que el interés de los latinos por la pesca es grande pero los desafíos son enormes. Nuestro reportero, Alejandro Maciel visitó los muelles del puerto pesquero de Fort Bragg, en el norte de California, y recogió las venturas y los contratiempos de un patrón y un trabajador de barco.
Durante un día lluvioso conocí a Wilton Cruz, de 35 años, cuando se preparaba para la temporada de pesca de jaiba que inicia los primeros días del año nuevo.
“Estoy preparando el barco para irme a San Francisco, y como el mar esta feo estoy calculando qué día me puedo ir; porque la temporada se abre el segundo día de enero y si no estoy allí en el mero tiempo, entonces pues pierdo el mero mero mole, cuando se abre”
Pescará primero en California, y dependiendo de cómo le vaya podría ir más al norte de California. Mientras tanto me muestra con orgullo el cuarto de máquinas, las grúas para levantar las trampas y otros detalles de la embarcación.
“Este es el crab tank, saca las trampas, sube las trampas y aquí va un tanque de agua, para mantener la jaiba viva; y aquí se acomodan todas las trampas, aquí sacamos las jaibas y van derechito al tanque”
Su barco se llama ABE y cuenta con espacio para cuatro tripulantes y 140 trampas para jaiba. Hace dos años Wilton compró su barco con un ahorro de 50 mil dólares y un préstamo de 200 mil dólares que le facilitó California Farm Link, una organización financiera que apoya a pequeños emprendedores de bajos recursos. Los encontró buscando en línea después de que a pesar de tener casi dos décadas en el oficio se le cerraron casi todas las puertas.
“Casi la mayoría de los bancos no le quieren prestar dinero para los barcos porque no es algo seguro, es mucho riesgo”
Desde que obtuvo su embarcación no le va mal. En una buena temporada, que va de enero a julio, con el apoyo de tres trabajadores pueden llenar las trampas en 12 horas.
“Si el precio esta bueno y hay jaiba, si llenas el tanque, que son de 7 mil 500 a 8 mil libras y está a 3 dólares, pues está re bien; y si así sigue y te echas unos buenos viajes, si sale”
Sin embargo, hay ocasiones en que regresan con las manos vacías.
“Hay unos años que no hay mucha jaiba y por lo poco que salga… para pagar los ‘biles’, ¿no?“
Wilton es hijo del campesino oaxaqueño, Estanislao Cruz, de 65 años. De joven ayudaba a sus papás a sembrar maíz y frijol. En la década de los ochenta, Estanislao llegó a trabajar en los campos agrícolas de Bakersfield. Platiqué con él en las afueras de su casa, una propiedad de 7 acres rodeada de bosques. Nos contó que un día lo invitaron a pescar erizo en las costas de California. A pesar de que desconocía el oficio del mar, no lo pensó mucho ya que era buena la paga, recuerda Estanislao.
“Llegué aquí y empecé a trabajar, con los señores, como le digo, me gustó hacerlo, y llegó el momento de hacer lo propio…”
A Estanisalo le fue tan bien que motivó a otros familiares en Oaxaca para que vinieran a pescar en California.
“Como mi jefe empezó en el jale, todos empezaron a trabajar en el negocio de la pesca”
De esa manera este grupo de campesinos mixtecos cambiaron el azadón por las redes marinas, un oficio que es considerado por los CDC’s como uno de los más peligrosos de Estado Unidos. Ellos enfrentan las tormentas, la posibilidad de caer al mar, o enredarse entre las cuerdas; o incluso el congelamiento cuando pescan en aguas heladas. Sin embargo estos pescadores no reportaron incidentes mayores.
Estanislao se asentó definitivamente en Fort Bragg. Compró casa y creó una familia de cinco. Ahora como dueño de su propio barco pesca jaiba, rock fish y Salmón cuando no está en veda. Le heredó su pasión a Wilton, nacido en California, ya casado y con un hijo pequeño; son de los pocos latinos con embarcación propia. Cuando Wilton sale a pescar le ayudan 3 trabajadores. Otros trabajan en embarcaciones más grandes que pescan en aguas de Oregon y Washington.
“El único que tiene barco es yo y mi jefe, los demás trabajan en barcos muy buenos, muy grandes, con muy buena reputación los barcos”
Para indagar sus condiciones laborales platiqué con uno de los que viven en la zona.
“Cuando está feo el mar, las brisas de las olas te mojan”
Él es Gener May Balam, y me cuenta lo que sintió durante sus primeros días como pescador.
“Anda uno como el borracho, ahi tambaleándose…”
Lo conocí en el muelle de Fort Bragg. Tiene 40 años y es originario de Yucatán, México. Se dedicaba a la construcción y al trabajo agrícola, pero batallaba para sostener a su familia. Hace más de 20 años llego a la zona sin saber absolutamente nada de pesca y ahora es un consumado marinero. A pesar de que le va bien, su oficio tiene dramáticos altibajos.
“Aquí en un día puedes ganar lo de una quincena. Pero a veces en un mes no te sacas lo de una quincena, lo que gana un dishwasher”
Y la manera en que los dueños calculan el pago de los trabajadores es aplicando esta regla:
“Supongamos que el barco hace 20 mil dólares, se descuenta lo que es el ‘lonche’, te descuentan lo que es la carnada, se descuenta el diésel…”
Una vez hechos los descuentos, los trabajadores reciben un porcentaje de lo que queda. Pero tienen otra opción cuando es mala la paga, limpian y le dan mantenimiento a los restaurantes y bodegas cercanas al pueblo. A pesar de estos altibajos, con mucha fe Gener ha sobrevivido, ha podido sobrevivir y seguir ayudando a su familia en Yucatán.
“Es que esto es alta y bajada, alto y bajada, pero uno tiene que ahorrar. Como dice la Biblia, 7 vacas flacas y 7 vacas gordas”
Hasta hoy poco se conoce sobre las contribuciones de trabajadores como Gener, o de micro empresarios como Wilton a la industria pesquera en Estados Unidos. El 2024 dicha industria registró 5 mil 900 millones de dólares, según la IBISWorld, una agencia especializada en análisis de mercado.
Uno de los pocos estudios lo publicaron recientemente la Dra. Camila Cáceres junto a dos colegas. Fue titulado: El papel de los latinos en las pesquerías de Estados Unidos. Con datos de la Marine Policy, principal revista de estudios sobre políticas oceánicas del país, señalan que el 2021 los latinos eran poco más del 8 por ciento de la fuerza laboral en la pesca comercial del país. Casi dos terceras partes eran blancos, y el resto correspondía a indios americanos, nativos de Alaska y asiáticos.
Un foco rojo que registró dicho estudio es que los latinos que vienen con visas temporales de trabajo desde sus países, los atan a las empresas que los solicitan, dejándolos vulnerables a posibles abusos patronales; como jornadas laborales excesivamente largas, salarios bajos y precarias condiciones de vida a bordo de las embarcaciones, de acuerdo con un informe de seguridad en la pesca comercial, del gobierno de Estados Unidos.
“Estos latinos a veces tienen una visa que pueden venir por una temporada o por un par de meses, pero su visa está legalmente conectada a la compañía”
Quienes están más expuestos son los que no tienen documentos. Esto lo sabe de primera mano Wilton Cruz.
“Si uno está pescando en San Francisco, o en otros lugares y viene el fishing game y te piden tu ID, y te piden tu licencia, y miran que no eres residente de Estados Unidos…, a mis tíos les ha pasado que en San Francisco los han deportado…”
Dicha investigación destacó además tres cosas: Que en la última década el número de latinos en la industria de la pesca aumentó un 45%. Que en las plantas procesadoras de mariscos la mayoría son trabajadores migrantes, lo mismo que en las flotas pesqueras de estados como Texas, California, Florida y Alaska. Pero hace falta profundizar más la investigación, concluye la Dra. Cáceres.
“Lo primero que tenemos que saber es qué está ocurriendo, en qué sectores estamos, cuánto estamos aportando a la industria, sea en horas de trabajo o en ingresos”
Se escucha sonido de mar y gaviotas…
Ajeno a las investigaciones, el pescador yucateco Gener está feliz de que sus papás puedan venir a visitarlo.
“Bendito sea Dios, les dije a mis papás ya les voy a comprar el boleto, cuestan 32 mil pesos; dijo mi mamá, ‘es mucho dinero’. No se preocupe madrecita, aquí lo tenemos y voy a pagar el vuelo…“
Por su parte, Wilton Cruz está optimista de que siguiendo el ejemplo de su papá Estanislao, con su embarcación seguirá consiguiendo el sustento para su familia.
“Esto es lo que tengo para mantener a mi familia y para superarnos, así como mi jefe, que con el apoyo de él, la familia se pudo superar y es lo mismo que yo quiero hacer”
Para la Edición Semanaria de Noticiero Latino, desde Fort Bragg, California, Alejandro Maciel.
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