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Expuestos y en el olvido por fallas en el sistema de control ambiental

Por Wendy Selene Pérez y Alejandra Martínez
Publicado 26 marzo, 2024

Deysy Canales dice que lleva su inhalador a todas partes por si sufre un ataque de asma, lo cual le sucede con frecuencia. “Te cansas tanto que no puedes hacer actividades normales”, dice. Foto: Danielle Villasana/The Texas Tribune.

l aire tóxico en una comunidad latina de Texas revela los fallos del sistema estatal de control de calidad del aire. El monitoreo de la calidad del aire en Texas deja a las comunidades en la incertidumbre. Los datos públicos de una red de monitores estatales del aire alrededor del Canal de Navegación de Houston son difíciles de interpretar y a menudo son insuficientes, dejando a vecindarios de mayoría latina, como Cloverleaf, sin saber si el aire que respiran es seguro.

Enlace a la versión escrita en inglés

Escuche la lectura del artículo:

 

En un caluroso y húmedo día de octubre en el pequeño suburbio de Cloverleaf, Cristina Lazo acomoda a su hija en el asiento de su bicicleta y le susurra en español: “Primero Dios que no te pase nada”.

Alina no parece entender la preocupación de su mamá y sonríe. Pone frente a ella la tableta donde escucha Baby Shark y muerde una manzana. La hija menor de Lazo tiene 7 años y es un remolino que camina con decisión. Antes de salir de casa, en menos de 20 minutos jugó con unas cucharas, arrancó una hoja de un cuaderno, dibujó garabatos acostada panza al piso, montó en una silla y se sentó en posición de loto; se bajó, tomó una guitarrita rosa y la hizo chillar desafinada mientras cantaba en inglés.

“¡Vámonos!”, grita ahora Lazo alargando la última o, y pedalea con ánimo por las calles de Cloverleaf, un barrio a unas 15 millas al este del centro de Houston. Detrás de ella va Zoey, la hija adolescente. Las dos bicicletas avanzan por las calles sin banquetas, al costado de las casas de un piso, de los jardines pequeños pero florecidos, de las rejas metálicas en los porches. Las vecinas saludan en español cuando las ven. Cloverleaf tiene 24 mil 100 habitantes; ocho de cada 10 son de origen hispano.

Alina empieza a toser. Una, dos, tres veces. Su madre identifica la señal. Sabe que esta noche tendrá que frotar Vicks VapoRub en el pecho de su hija y que, por la mañana despertará con “telitas de araña” en los ojos. Para mitigar el ardor, le pondrá las gotas que compra en una farmacia salvadoreña.

“Siempre que sale, pasa eso”, dice Lazo con resignación. Mocos, irritación, tos. El remedio preventivo para Alina, una niña con síndrome de Down, es mantenerla la mayor parte del tiempo dentro de casa, aun con toda su energía y con lo gratificante que es para ella salir al parque y estar en una alberca en el verano.

Los médicos no han podido determinar cuál es la causa que desencadena los síntomas, pero Lazo lo atribuye al aire exterior y agrega que el olor a químicos es frecuente. “Te sientes como que no puedes resistir ese olor, un olor como veneno, no sé, algo raro”, describe la madre de Alina.

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Cloverleaf forma parte de un conjunto de vecindarios a la sombra del Canal de Navegación de Houston, donde operan más de 200 fábricas a lo largo de 52 millas. Es uno de los complejos petroquímicos más grandes del mundo en el procesamiento de combustibles fósiles para la producción de plásticos, fertilizantes y pesticidas.

Si bien Lazo no puede ver las chimeneas de las refinerías desde su casa, las nubes oscuras de químicos a menudo llevan consigo esas sustancias peligrosas sobre Cloverleaf y comunidades cercanas como Channelview, Galena Park y Pasadena.

Las emisiones tóxicas incluyen material particulado (PM), considerado por algunos científicos como la forma más mortífera de contaminación atmosférica. Se trata de partículas microscópicas que pueden penetrar en los pulmones y causar arritmia, agravar el asma y otras afecciones respiratorias. Un reciente análisis de la organización Air Alliance Houston mostró una mayor concentración del material particulado en las áreas más cercanas al canal de navegación.

Las fábricas también producen sustancias cancerígenas como el benceno, que puede irritar la garganta y los ojos cuando se inhala en grandes cantidades, además de los olores, que Lazo y otros vecinos describen como a huevo podrido, esmalte de uñas o llantas quemadas.

Decenas de personas entrevistadas en Cloverleaf y la comunidad vecina de Channelview dicen que sufren problemas respiratorios, asma y afecciones cutáneas. Apuntan a que el aire que respiran podría ser el culpable, pero cómo saberlo. La información de las sustancias que llegan a sus pulmones todos los días es difícil de entender. Aunque existan 23 sitios de monitoreo en la zona del Canal de Navegación de Houston, regulados por la Comisión de Calidad Ambiental de Texas (TCEQ).

 

 

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