El huevo de la serpiente anida en el Congreso. Es hora de actuar

Marco Vincio González

Entre los muy urgentes problemas por los que el país atraviesa está uno al que le queda menos tiempo para resolverse, antes de ser relegado al olvido por algunas décadas. Es el de los Derechos de Voto, que se hallan en peligro.

En una apresurada carrera contra el tiempo, la ley de derechos civiles que protege el voto desde 1965 se está viendo avasallada por un creciente número de estados y localidades que imponen leyes para suprimir el voto de las personas de color. Con estrategias como la manipulación de mapas electorales o Gerrymandering, han sembrado el campo de la participación política con ominosas amenazas de prolongadas consecuencias para la democracia.

Aunque la pugna de los partidos políticos data de mucho tiempo, tras el triunfo de dos senadores en 2020 que devolvieron el Congreso a los demócratas y allanaron el camino de Biden a la Presidencia, los republicanos respondieron en Georgia imponiendo onerosas leyes de identificación de votantes.

Y en general en el país, limitaron el número y centralizaron las urnas, tipificaron como delito la entrega de alimentos y agua a los votantes en la fila de votación y, lo más grave quizás, están instalando Secretarios de Estado y funcionarios estatales con el poder para supervisar y certificar los resultados de la elección.

Tras el duro golpe que el senador de Virginia Occidental, Joe Manchin le asestó a los planes del presidente Biden para avanzar su agenda de gobierno, con su negativa pública a cooperar, dichos planes quedaron relegados y con ellos la legislación Build Back Better y sus componentes relativos al cambio climático y la reforma migratoria, que por cierto ya había quedado hecha trizas en el camino.

Además, aprobaron en Arizona una ley que prohibía la recolección de boletas en ausencia y desechaba las boletas emitidas en un recinto equivocado. Todo esto desde luego con un impacto desproporcionado en los votantes de color y los nativoestadunidenses.

Y cómo olvidar la creativa estrategia electoral del condado de Travis, en Texas, de sufragar desde el auto las 24 horas del día como medida sanitaria en plena pandemia de Covid-19. Pues también fue suprimida por los republicanos de ese estado. Y además prohibieron a los funcionarios electorales enviar automáticamente solicitudes de boletas por correo.

El Senado votará en cosa de días sobre la Ley de Libertad para Votar, que incorpora al calendario federal de festividades el Día de las Elecciones, crea el registro automático de votantes y amplía la votación por correo anticipada y en ausencia.

Pero en los últimos días, los dos senadores demócratas que votan como republicanos y con quienes de hecho cuentan los republicanos y los intereses especiales detrás de las elecciones, Manchin y Kyrste Sinema, de Arizona, han refrendado su voluntad de oponerse al rescate de la Ley de Voto bajo el argumento de no querer modificar el filibusterismo; esa práctica que no es ni constitucional y que se modifica a conveniencia todas las veces que es necesario para los partidos, incluso recientemente.

Pero no todo está perdido todavía.

Aunque queda muy poco tiempo legislativo, los demócratas y su líder del Senado federal, Charles Schumer anunció una votación para cambiar –ojo: no revocar- las reglas del obstruccionismo antes del Día de Martin Luther King Jr., con el fin de aprobar un proyecto de ley fundamental sobre los derechos de voto.

Y es que el Senado necesita pasar finalmente por alto el obstruccionismo para poder proteger los derechos de voto, sin los cuales no habrá nada de lo demás; para roteger también las elecciones libres y justas, y para aprobar una legislación popular sobre la protección del derecho al aborto y la igualdad LGBTQ+; la reforma policial, el aumento del salario mínimo y la seguridad de las armas; la acción climática, la atención médica y la reforma migratoria. Y restituir el crédito fiscal para los hijos, entre tantas otras cosas por corregir.

Llegó el momento en que los demócratas tienen que pisar el acelerador del proyecto de ley de derechos electorales, apresurando un inevitable enfrentamiento -más voraz- contra los republicanos y aún contras las dos piedras en sus zapatos: Manchin y Sinema.

Tal vez sea la última oportunidad que los demócratas tengan en mucho tiempo para cambiar las reglas del Senado. Para lograrlo, según un plan de los demócratas la Cámara de Representantes tendría que compactar las dos importantes piezas de la referida legislación, la Ley de Libertad de Votar y la Ley de Avance de los Derechos de Voto, de John Lewis.

Luego, “… las insertaría en un proyecto de ley no relacionado y lo aprobaría. Esa medida luego iría al Senado en una figura que se conoce como un ‘mensaje’, lo que significa que los republicanos no podrían obstruir una medida para llevarla al debate y los demócratas no necesitarían reunir 60 votos para hacerlo”, dice Carl Hulse en The New York Times.

Y en un discurso en Georgia transmitido en cadena nacional, este martes el presidente Biden dio todo su apoyo a los proyectos de ley de derecho al voto, incluso dando un manotazo en el podio para enfatizar: “Estoy cansado de estar callado”.

El momento ha llegado. Está en juego el Congreso y el año electoral ya comenzó. El Senado debe aprobar dichos proyectos de ley y proteger a los votantes durante las elecciones intermedias y más allá. El tiempo se termina■

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