Expulsados por la violencia del narcotráfico en México, piden asilo en este país

ConsuladoDe La Redacción

El desastre de la narco violencia, venalidad e impunidad que sume en el horror a poblaciones fronterizas de México se ha convertido en una suerte de cuota migratoria consustancial a la vecindad y la relación con Estados Unidos. Historias de auténtico terror contra los habitantes de algunas de estas ciudades son cada vez más frecuentes en los noticiarios, en donde los ciudadanos de dichas ciudades, al tiempo que huyen de ese infierno, saltan a este otro lado de la línea fronteriza en busca de asilo político. Tal es la historia que ayer le contó Alfredo Olguín a Samuel Orozco en el programa de Línea Abierta, desde El Paso, Texas, donde el empresario reside actualmente y busca asilo con su familia. Pertenece a la organización Mexicanos en Exilio, y a la estirpe de “personas que vivíamos en paz en nuestro país, del que desgraciadamente tuvimos que salir huyendo… pues prácticamente nos echaron fuera”.

Durante muchos años Alfredo Olguín fue residente de Ciudad Juárez, Chihuahua, cuya ciudad fronteriza de este lado de la línea es El Paso, Texas. Allí era dueño de una empresa de transporte público. Sus males comenzaron en 2008 cuando fue atacado en su propio domicilio por un grupo de sicarios del crimen organizado, que lo obligó a pagar la temida cuota de la extorsión. Aunque con protestas, Alfredo estuvo pagando dicha cuota ignominiosa, y cuando tenía oportunidad denunciaba esta extorsión en cuanto foro le era posible. Al crimen organizado no le pareció la denuncia pública de Alfredo, y en represalia le quemó un camión; luego le cayó un escuadrón de hombres armados para amenazar a su familia en su propia casa, hasta que en 2009 le acribillaron a balazos a su hijo, de 23 años de edad. Lo asesinaron a mansalva. Entonces Alfredo no quiso saber más, dejó todo en Ciudad Juárez y sacó a su familia da ahí para trasladarse a El Paso, donde ha solicitado asilo político, una petición que en estos momentos se halla en trámite. Ahora Alfredo es miembro activo de la agrupación Mexicanos en Exilio, sostiene Samuel Orozco en la introducción.

El fatídico día que dio un vuelco al destino de Alfredo Olguín y de su familia ocurrió como suele ocurrir en esos casos: “Como ustedes saben, el crimen organizado no se identifica, ‘Somos de tal grupo armado’… simplemente llega y a punta de pistola lo someten a uno, lo tiran al suelo, y le dicen muy claramente: ‘No te hagas p…, tú sabes bien a qué venimos. Sabemos que has estado hablando, pero nosotros venimos porque la intensión es que tú tienes que pagar el derecho de piso, y si no, ya sabes: a ti y a toda tu familia se los va a cargar…’. Es una cosa terrible cuando uno enfrenta a los criminales, frente a frente… que encañonen a su esposa, a su hijo. Nomás de acordarme siento impotencia, siento rabia. Y no sé cómo el gobierno de nuestro país no ha podido con estos criminales, y al contrario, en lugar de apoyar a la ciudadanía pues se unen al crimen organizado. La policía, el Ejército Mexicano y la Policía Federal se unen a estos malhechores para acabar con nosotros, para extorsionarnos, para asesinarnos, para secuestrarnos…”.

Cuenta Alfredo que las primeras semanas costaban “10 mil pesos, o te mueres”, las cuotas semanales, pero que tras una negociación por insolvencia económica de la víctima, para pagar ese impuesto de la muerte, los victimarios accedieron a cobrarle a la mitad. “Ya era algo que nosotros sí podíamos pagar, ¡aunque no debíamos! Y seguimos gritando, seguimos exhortando a nuestros miembros del sindicato de transportistas para que esto no ocurriera, pero, tal parece que cada vez que abríamos la boca las amenazas eran más cercanas, más continuas”.

La infiltración del crimen organizado en ese sindicato oficial de la Confederación Nacional Obrero Popular, la CNOP, permitía a los maleantes monitorar las opiniones de sus miembros en esas reuniones y asambleas. “Estos individuos tienen oídos en todas partes, por alguna razón les llaman el crimen organizado… cómo es posible que averiguaron nuestro número de teléfono, nuestros domicilios; todo, todo lo tenían en su poder”. Entonces trató de resistir la situación pero le queman primero un camión, y las amenazas comienzan a ser en persona, y “ya no hay opción, usted sabe, nosotros desconfiamos totalmente de las policías”.

En esa zona impera el poder del cártel La Línea, que se llama así porque ejerce dominio por toda la línea fronteriza, “desde Santa Teresa hasta el Valle de Juárez”. Intentaron con marchas y mítines a través de las calles de la ciudad despertar el apoyo social, pero esto nunca llegó ningún lado. “El miedo de todos era tan grande… los concesionarios, los transportistas, que no se atrevían ni siquiera a salir a la calle, a protestar, a denunciar, era… como firmar una sentencia de muerte”. Alfredo dice que todo mundo sabía esto, y que sin embargo pensó que “algo teníamos que hacer, pero desafortunadamente no tuvimos eco”.

A pasos agigantados, la salida a esta tremenda encrucijada de la vida se iba haciendo cada vez más lejos. “Y en el año de 2009, que me asesinan a mi hijo, de 23 años, en mero enfrente de la Procuraduría General de Justicia federal… Ni siquiera la policía federal fue para salir, al oír los disparos, a ver qué pasaba; nadie salió y… una impunidad totalmente terrible”.

Nada me puede callar, que es el gobierno el que no nos ha protegido, y que protege a los delincuentes de tal manera que permiten que gente sea asesinada, y no hacen nada aunque estén viendo. Y lo digo por experiencia propia”.

El asesinato del hijo de Alfredo ha quedado en el olvido. “Nada, nada se ha hecho. Cuando yo voy a solicitar cómo está la investigación, ellos me dicen que ya el caso está cerrado. Que fue un ajuste de cuentas del crimen organizado, y así se quedó en el expediente; tengo el relato de los peritajes y de toda la investigación”. Por cierto que no hubo nunca tal investigación. “Jamás fue nadie a mi casa a preguntarme, ‘Oiga, ¿usted sospecha de alguien, o por qué lo mataron? ¿Dónde vivía su hijo… tenía esposa?’. ¡Nada!”.

El fotoperiodista mexicano a la izquierda del cuadro, Alejandro Hernández Pacheco, hace varios años solicitó asilo político en Estados Unidos tras ser víctima de secuestro en Gómez Palacio, Durango. Ha sido gratificado este año con una visa temporal.

El fotoperiodista mexicano a la izquierda del cuadro, Alejandro Hernández Pacheco, hace varios años solicitó asilo político en Estados Unidos tras ser víctima de secuestro en Gómez Palacio, Durango. Ha sido gratificado este año con una visa temporal.

En ese tiempo -2009-, en Ciudad Juárez se registraban al rededor de 20 a 30 muertos diarios, sostiene Alfredo. “No había forma de hacerse las ilusiones de que iban a investigar un solo caso”.

Ante la imposibilidad de canalizar efectivamente sus demandas y apaciguar sus temores, no le quedó otra que organizar y apresurar la salida con todo y familia. “Con mi madre, mis nietos, mis hijos… los que me quedaron. ¿Saben qué? -les dijo-, ¡vamos a huir de la ciudad!”.

Tras la muerte del hijo las amenazas siguieron: “Siguen ustedes, siguen ustedes… No tuvimos opción de preguntar ni averiguar nada, mas que salir huyendo”.

Tanto el ejército como las policías se volvieron un cóctel radioactivo para la población civil, como estar entre tres fuegos, dice Samuel Orozco durante la entrevista que condujo. Alfredo confirma esta apreciación, en base, dice, a muchísimos testimonios. “El ejército vino, y lo único que hizo fue saquear domicilios, ‘levantar’ gente, secuestrarla como si fueran viles criminales, y extorsionarlos con el cuento de que te encontramos armas, drogas… por supuesto todo esto ‘sembrado’ por el Ejército Mexicano”. Y cuando la población comenzó a criticar esto, “se retira una parte del Ejército Mexicano de Ciudad Juárez y envía a la policía federal, que prácticamente vino a terminar con todo. No a terminar con los problemas de ejecuciones y el narcotráfico…”, sino contra la ciudadanía. “Traían la línea de ‘Vayan a Ciudad Juárez a acabarse el botín que allá hay; porque como es frontera hay muchos dólares, y hagan todo lo que quieran…, no hay problema’”.

Desde El Paso, donde don Alfredo Olguín tramita asilo político, el empresario extransportista se refiere al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto y eleva una petición al presidente Barack Obama:

El presidente de nuestro país ya demostró que no tiene la capacidad para gobernar al país y mucho menos para ponerle un alto al crimen organizado, ni a la corrupción policíaca. Tenemos que decirlo tristemente, estamos defraudados con Enrique Peña Nieto. Hasta este momento, es un fracaso”. Y para el presidente Obama: “Quisiera pedirle que no sean tan severas las leyes con los mexicanos que pedimos asilo político en Estados Unidos. Nosotros somos gente de trabajo, empresarios que no venimos en busca de ‘papeles’ ni de algunos beneficios del gobierno. Simplemente queremos vivir en paz y empezar una nueva vida dentro de este país… No somos rufianes, somos personas que vivíamos en paz en nuestro país, pero que desgraciadamente tuvimos que salir… prácticamente nos echaron fuera”.

Foto: Mexicanos en Exilio

Sitio web:

www.http://mexenex.com/

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